sábado, 28 de diciembre de 2013

El bálsamo salvador

Ahora voy a alzar ante ustedes la botella de bálsamo. Cuando un alma es herida, el Señor aplica Su sagrada cirugía en el corazón. Él nos ha sanado a algunos de nosotros. La botella particular de bálsamo que usó para sanarme es una que yo conozco bien, y que no voy a olvidar nunca. Ésta era la etiqueta, “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”. Vamos, ¿saben? Yo le tenía miedo a Dios hasta que oí que Dios estaba en Cristo, y que yo debía mirar a Dios en Cristo, y que el propio Dios a quien yo temía, me salvaría. ¡Esa revelación me fue aclarada con poder divino para mi alma! El predicador dijo: “Miren. Eso es todo lo que se necesita”. “Allí” –dijo- “un tonto puede mirar; un niñito puede mirar; un idiota a medias puede mirar; un moribundo puede mirar”. “Miren” –dijo él- “y está hecho”. Yo realmente le entendí: que sólo debía mirar a Cristo muriendo en la cruz por mí y ver a Dios haciendo una expiación por mi pecado en la persona de Su Hijo; que sólo debía mirar y viviría de inmediato. Así era, y yo efectivamente miré. Mi carga desapareció, y desde esa hora yo puedo decir lo que Cowper ha dicho tan dulcemente en el himno:

“Desde que por fe yo vi el torrente
Que hacen fluir tus heridas abiertas
El amor redentor ha sido mi tema,
Y lo será hasta que muera”.

Pecadores, sólo miren a Dios en Cristo. Es lo que hizo el pastor Spurgeon cuando era un adolescente, y fue salvado. Es lo único que deben hacer ustedes.
         

La verdadera reconciliación


Déjenme exhortarlos que no busquen una curación en ninguna parte excepto en Dios en Cristo Jesús. Huyan del pensamiento de ser sanados excepto que el Señor los sane. Me da miedo que un alma herida vaya a un ministro o a un sacerdote, o a la persona más religiosa en el mundo, y piense obtener la curación de un hombre. Tus heridas tienen el propósito de conducirte a tu Dios. Ponte de rodillas ahora en tu aposento privado, o si no tuvieras uno, quédate solo incluso en la calle, pues tú puedes estar solo en medio de una multitud; pero acude a Dios con tu corazón sangrante. Dile: “yo soy un pecador; Señor, yo soy todo menos un pecador condenado. Yo he sido tal ofensor que a duras penas me atrevo a esperar; pero oigo que Tú puedes sanarme y darme consuelo. Oh, por causa de Jesús ten misericordia de mí. Yo te doy gracias porque Tú me has herido; sería mejor para mí estar herido que ser tan indiferente y tan descuidado como solía ser; pero ahora, Señor, no me hagas pedazos por completo ni me trates como a un enemigo. Mi espíritu falla a menos que Tú me consueles. ¡Oh, mírame!” Si no pudieras decir todo eso, con todo, deja que tus lágrimas rueden y mira a lo alto diciendo: “Dios sé propicio a mí, pecador”. Pero clama a Él, y encontrarás una curación; pues Dios puede sanarte y nadie más que Él. Fuera con aquellos que sueñan que la religiosidad externa puede hacerles bien. Fuera, fuera con los engañadores que quieren decirles que ellos pueden darles el perdón. Ningún hombre viviente puede absolver a sus prójimos pecadores: esa pretensión es el superlativo de la blasfemia. Dios está en Cristo Jesús reconciliando al mundo para Sí, no imputándoles sus delitos a ellos, y nos ha entregado la palabra de reconciliación, y nos alegra proclamar esa palabra, y señalarles al Señor Jesús quien es exaltado en lo alto para dar arrepentimiento y remisión de los pecados.  
C. H. Spurgeon - Sermón #1465B        

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Seguridad

Seguridad. Los creyentes pueden saber con certeza que son creyentes, hijos de Dios, nacidos de nuevo y que poseen la vida eterna. Los creyentes basan su seguridad en varias cosas:

1.- Las promesas de Dios; por ejemplo, (Juan 6: 37)

2.- El testimonio interno del Espíritu Santo (Romanos 8: 16)

3.- Las evidencias morales de salvación (Mateo 7: 20)

4.- Tres comprobaciones en la primera epístola de Juan:

     Una creencia recta - 3: 23; 4: 2; 5: 5, 10.

     Un comportamiento recto - 1: 5, 6; 2: 3; 3: 6, 9.

     Amor - 4: 7, 8.

Fuente: Un Diccionario de Teología - Grace Publications

Aspectos de la santidad

1.   Esta seguridad es una cosa verdadera y escrituraria

La seguridad es un don del Espíritu Santo que todo creyente en Cristo debe buscar. Me parece que la Biblia enseña que los verdaderos creyentes pueden alcanzar tal estado de fe en Cristo que llegan a tener una plena confianza con respecto a la eventual seguridad de sus almas. Sin embargo, hay algunas iglesias que insisten en que no es posible que un creyente esté tan confiado y que, si lo está, está engañado.

Es cierto que algunos podrían presumir que su salvación es segura, sin tener ninguna base real para decirlo. Sin embargo, un versículo tras otro en la Biblia insisten en que la seguridad es un don verdadero del Espíritu Santo. Así que mi respuesta para quienes niegan la existencia de la seguridad es simplemente ésta: ¿qué dice la Biblia?

“Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19: 25-26).

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23: 4).

Hay otras muchas referencias a personas que han experimentado esa esperanza cierta: vean Isaías 26: 3; 32: 17; Romanos 8: 28-39; 2 Corintios 5: 1, 6; Colosenses 2: 2; 2 Timoteo  1: 12; Hebreos 6: 11; 10: 22; 2 Pedro 1: 10; 1 Juan 3: 14; 5: 13. En todos estos pasajes encontramos a la humildad y a la seguridad, una al lado de la otra. Y la seguridad de la que hablan es siempre una confianza en Dios, nunca en ellos mismos. A quienes les desagrada la idea de la seguridad del creyente les digo: no puede ser presunción seguir las huellas de Job, del Salmista, de Isaías, de Pablo, de Pedro y de Juan. Ellos eran varones de mente humilde y no obstante hablaron de tener una certeza de esperanza. ¿Cómo puede ser indebido tener una certeza cuando Dios nos ha dado Su segura promesa?
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad







domingo, 15 de diciembre de 2013

Aspectos de la santidad

7.
UNA CIERTA ESPERANZA

“Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4: 6-8).

En estos versículos el apóstol Pablo habla sin ninguna vacilación o duda acerca del pasado, el presente y el futuro. No siente ninguna vergüenza respecto a su pasado como cristiano; no siente ningún miedo por su cercana partida de esta vida; no tiene ninguna duda acerca del resultado del juicio futuro después de la muerte.

Desde que Dios le había inducido a mirar al cielo se había puesto por objetivo servir a su Señor consistentemente. Su conciencia estaba limpia y aunque nadie puede entrar al cielo sólo por los méritos de una buena conciencia, le consuela al pasar de este mundo al otro. Él podía esperar el día del juicio con valerosa certidumbre. No hay ninguna vacilación contenida en sus palabras, No hay ninguna expresión como: “yo espero” o “tal vez”. Pablo tenía seguridad acerca de su salvación.

Hay cuatro cosas que quiero decir acerca de que el creyente posee una absoluta esperanza, esta seguridad de su salvación. Y lo hago humildemente, dándome cuenta de que este es un tema difícil.
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad.




martes, 3 de diciembre de 2013

Aspectos de la Santidad

3. Los recursos que han de ser usados como ayuda para el crecimiento espiritual

Todo aquel que desee crecer en la gracia debe usar los medios de crecimiento dados por Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto” (Santiago 1: 17). Esto es tan aplicable a los recursos que fomentan el crecimiento, como lo es para todos los demás dones de Dios. Puesto que Dios ha puesto a la disposición estos recursos, es responsabilidad de cada creyente cristiano hacer el mejor uso de ellos.

a) Nuestras oraciones privadas, nuestra lectura de la Biblia y nuestras meditaciones privadas son las mejores ayudas tendientes al crecimiento del alma. ¡Ser descuidados y perezosos acerca de estas cosas es estar mal en todo! Yo sé que vivimos en una época llena de peligros; hay mucha prisa y mucha presión de muchas actividades. Yo sospecho que los cristianos ingleses de hace doscientos años leían sus Biblias más de lo que lo hacen ahora. La religión personal y privada tiene que recibir nuestra prioritaria atención si deseamos que nuestras almas crezcan.

b) Es también esencial para el crecimiento espiritual el uso cuidadoso de los medios públicos de la gracia. Asistir a las reuniones regulares para la alabanza y adoración de Dios, participar en la cena del Señor, oír el mensaje predicado de las Escrituras, estos son recursos públicos que ayudan al crecimiento en la gracia. El peligro es que nuestra familiaridad con estas cosas tiende a hacernos descuidados. Si queremos crecer tenemos que estar en guardia no sea que por hacer regularmente las mismas cosas, eso nos provoque perder nuestro apetito de ellas.

c)  Es importante vigilar nuestra conducta en las cosas pequeñas de la vida: nuestros estados de ánimo cotidianos, el cumplimiento de nuestros deberes regulares, la manera en que utilizamos nuestro tiempo, todos ellos son asuntos importantes. Tenemos que proponernos tener un cristianismo que, como la savia de un árbol, corra a lo largo de cada ramita y de cada hoja de nuestro carácter y que santifique todo.

d) Debe haber precaución con respecto a la gente con la que nos juntamos y a las amistades que formamos. La enfermedad puede pasarse de una persona a otra, mas la salud no. Si, entre nuestros amigos, hay quienes no son amigos de Dios ¿cómo recibiría ayuda nuestro crecimiento espiritual? Los errores en cuanto a las amistades y a los compromisos matrimoniales constituyen la única razón por la cual algunos creyentes no han crecido. “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15: 33, La Biblia de las Américas).

e) Hay algo más que yo creo que es de gran importancia. La comunión regular con el Señor es esencial para el crecimiento espiritual. No me refiero simplemente a la asistencia a los medios públicos de la gracia. Me refiero a un creciente entendimiento de las relaciones entre el Señor y nosotros mismos como creyentes. Él es el Esposo para nosotros como Su esposa; Él es la Cabeza para nosotros como Sus miembros; Él es el Médico para nosotros como Sus pacientes; Él es el Abogado para nosotros como Sus clientes; Él es el Pastor para nosotros como Sus ovejas; Él es el Maestro para nosotros como Sus discípulos. Acercarse al Señor en estas relaciones es a lo que me refiero como algo esencial para el crecimiento espiritual. Tenemos que aprender lo que significa decir, con Pablo: “Para mí el vivir es Cristo (Filipenses 1: 21). Tenemos que darnos cuenta de qué es recurrir a Él primero en toda necesidad, hablarle acerca de toda dificultad, consultarle acerca de cada paso, y exponer ante Él todas nuestras aflicciones y gozos.

Por último, si estamos creciendo en la gracia, o buscando crecer fervientemente, tenemos que estar preparados para las dificultades. Pudiéramos tener que enfrentar muchas pruebas y mucha aflicción en esta vida. Uno de los impactantes dichos del Señor, en referencia a la relación entre Él mismo y sus discípulos, es: “Todo aquel (pámpano) que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto (Juan 15: 2). ¡Cuando Dios nos corrige por medio de alguna circunstancia tiene el propósito de nuestra instrucción y de nuestro crecimiento! “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12: 11). Entonces hagámonos esta pregunta: En nuestra religión, en las cosas que conciernen a nuestra paz mental, a nuestra santidad: ¿estamos vivos? ¿Estamos, por tanto, creciendo?
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad