domingo, 31 de marzo de 2013

Aspectos de la santidad



3.   El verdadero cristianismo es una buena lucha

Pudiera parecer extraño el uso de la palabra “buena” aplicada a cualquier guerra. Pero la lucha cristiana es buena porque no hay ningún mal en ella. No he de ocultar a nadie el hecho de que si quiere ser santo tiene que luchar. Pero también quiero que mis lectores sepan que la Biblia llama “buena” a la lucha por razones legítimas.

a) ¡Es una buena lucha porque se combate bajo el mando del mejor de los generales! El líder y comandante de todos los verdaderos cristianos es el Señor Jesucristo. Y Él tiene una perfecta sabiduría, un amor infinito y una fuerza omnipotente. Nunca yerra en el juicio, y nunca realiza movimientos inútiles. Sus redimidos son sobremanera preciosos para Él para ser desperdiciados o desechados. Ciertamente esto es muy bueno.

b) La lucha del cristiano es buena porque se realiza con la mejor de las ayudas. El Espíritu Santo vive en cada creyente. Ningún creyente va a esta guerra espiritual en su propia fuerza. Dios el Padre guarda a cada creyente. Dios el Hijo ora por cada creyente. Dios el Espíritu guía y enseña a cada creyente. Esa es una triple ayuda que no puede fallar nunca. Ciertamente esto es muy bueno.

c) Es una buena lucha porque se combate con la mejor de las promesas. “El pecado no se enseñoreará de vosotros… Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies… El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Romanos 6: 14; 16: 20; Filipenses 1: 6). Esas son ciertamente buenas promesas.

d) Es una buena lucha porque tendrá los mejores resultados. Ningún soldado de Cristo desaparece jamás, o queda muerto en el campo de batalla. Todo los creyentes son, sin excepción, “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8: 37). Ningún soldado cristiano será contado entre los ausentes en cielo. Ciertamente esto es bueno.

e) La lucha cristiana es buena porque les hace bien a los que combaten en ella. Las guerras terrenales revelan el peor lado de la naturaleza humana. Endurecen la conciencia y destruyen la moralidad. Pero la guerra espiritual saca a luz las mejores cosas del creyente. Trae humildad, disminuye el egoísmo y la mundanalidad y lleva a los creyentes a tener en alta consideración las cosas espirituales. Ciertamente esto es bueno.

f) Esta lucha le hace un bien al mundo. Un ejército que se abre paso luchando a través de algún país hace un terrible daño a ese país y a su gente. Pero los soldados cristianos son una bendición para otros doquiera que vivan. Levantan el nivel de la moralidad, y ponen un freno a la deshonestidad. Aun los incrédulos se ven obligados a respetarlos. Incluso la presencia de unos cuantos cristianos es una bendición doquiera que estén. Ciertamente esto es bueno.

g) Esta lucha es buena porque concluye con una gloriosa recompensa para todos los que participan en ella. ¿Quién podría estimar las cosas buenas que nuestro comandante tiene en reserva para todos Sus fieles soldados? Cualquier cosa que otorgue permanecerá para siempre, pues está más allá del alcance de la muerte. El creyente recibirá “una corona incorruptible de gloria” (1 Pedro 5: 4).

Entonces, si todavía no eres un soldado cristiano, te exhorto a que seas uno. Pelea la buena batalla de la fe para que puedas ser feliz y estés seguro. ¿Por qué ser un esclavo de este mundo y de sus caminos? Hay espacio para ti en el ejército de Cristo. Escoge la libertad y pelea hasta el final. ¡No hemos de olvidar nunca que sin lucha no puede haber ninguna santidad mientras vivamos y ninguna corona de gloria cuando muramos!  
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


    
    



sábado, 30 de marzo de 2013

Aspectos de la santidad



2.   El verdadero cristianismo es la lucha de la fe

En este sentido la guerra cristiana es completamente diferente a los conflictos de este mundo. No depende de la fuerza física y no usa armas militares. El éxito en esta guerra espiritual depende de la fe espiritual.

a) El éxito depende enteramente de la fe en la Palabra de Dios: la Biblia. Los soldados cristianos hacen lo que hacen, piensan como piensan, esperan lo que esperan, por una sencilla razón: creen lo que la Biblia enseña. La fe es la propia espina dorsal de su existencia. No hay tal cosa como vivir rectamente sin creer rectamente.

b) Tiene que haber una fe especial en el Señor Jesucristo y en lo que Él ha hecho. Si los creyentes sólo miran a sus propias debilidades y a la fuerza del mundo contra ellos, podrían desesperar. Pero a cambio tienen un poderoso Salvador por cuya muerte sacrificial son redimidos, y por cuya continua intercesión son preservados, de quien obtienen su fortaleza.

De acuerdo al grado de esta fe, un cristiano lucha bien o pobremente. El que tenga más fe será el soldado cristiano más feliz. ¡Entre más fe, más victorias! Creo que es imposible sobrestimar el valor y la importancia de esta fe. Lean todo el capítulo once de la Carta a los Hebreos, en la Biblia, y vean cuán pronto los cristianos se asieron firmemente a su fe en cada situación. Creer en un Jesús invisible fue su fortaleza. “Señor, auméntanos la fe” (Lucas 17: 5). 
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad 


    
    

jueves, 28 de marzo de 2013

Aspectos de la santidad



Cada cristiano tiene que pelear esta batalla, sin importar cuál sea su nacionalidad, clase, edad o rango social. Todos están viviendo en un mundo lleno de trampas y de escollos ocultos. Todos tienen en su cercanía a un demonio muy diligente. Todos tienen la influencia de su vieja naturaleza antes de su conversión. ¡Todos tienen que pelear!

La lucha no cesa; es hasta la muerte. Los enemigos del cristiano nunca toman vacaciones, no se cansan nunca y nunca duermen. El conflicto es el constante compañero de aquellos que desean ser santos. Es algo triste cuando alguien así llamado cristiano no sabe nada acerca de esta batalla espiritual.

Al mismo tiempo el cristiano puede obtener consuelo del conocimiento de que experimentar esta lucha interior es una buena señal, pues puede ser una evidencia de que va en el camino correcto para alcanzar la santidad de vida. Entonces lo repito: obtengamos consuelo por tener esta lucha. Hay dos grandes marcas que identifican al verdadero cristiano: ¡una guerra espiritual interior y un interior sentido de paz! Vamos a concentrarnos en la primera de las dos marcas.
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad

miércoles, 27 de marzo de 2013

Aspectos de la santidad



c) Los cristianos tienen que combatir contra el demonio. No debemos dudar de la realidad del demonio. Él vive; él nunca duerme; él es el enemigo invisible del cristiano. “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lucas 22: 31). Este enemigo tiene que ser resistido cada día si deseamos ser salvados. Tienes que estar alerta y ejercer el autocontrol. “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe…” (1 Pedro 5: 8).

Esta lucha es absolutamente necesaria: no hay tal cosa como la neutralidad en este asunto. No tenemos ninguna opción. Estar en paz con el mundo, la carne y el demonio es estar en oposición contra Dios. ¡Tenemos que pelear o estaremos perdidos!
J. C. Ryle - Aspectos de la santidad

jueves, 21 de marzo de 2013

Una excelente reflexión



“Yo creo que cuando ustedes y yo comenzamos a pensar que somos excelente santos y olvidamos que somos simplemente inmundos pecadores lavados en la sangre, comenzamos a rebelarnos".
C. H. Spurgeon, sermón #714 – Volumen 12.

Aspectos de la Santidad



4.
LA BATALLA

“Pelea la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6: 12)

El que quiera entender la naturaleza de la santidad tiene que entender que el cristiano está envuelto en una batalla. Pablo tenía en mente esta guerra espiritual cuando le escribió a Timoteo: Pelea la buena batalla de la fe.

1. El verdadero cristianismo es una batalla

Hablo de ‘verdadero’ cristianismo. Hay muchas personas que se llaman cristianas que no saben nada del combate espiritual, del conflicto o de la abnegación. Pueden casarse en la iglesia, pueden ser sepultadas en la iglesia, pueden llamarse “cristianas”, pero nunca ves una ‘lucha’ con respecto a su religión. La suya no es la religión que el Señor Jesús fundara y que los apóstoles predicaran. No es una religión que produce santidad.

¿Contra quién lucha el cristiano? ¡No contra otros cristianos! Como regla general, cuando los cristianos desperdician su fuerza altercando unos con otros, la única beneficiada es la causa del pecado. El verdadero cristiano pelea una batalla constante contra el mundo, la carne y el demonio. Estos son los principales enemigos de los verdaderos cristianos pues, con corazones corruptos, con un demonio diligente y con un mundo que siempre está intentando hacerlos caer en la trampa, los cristianos o pelean o se pierden.

a) Los cristianos tienen que combatir contra ‘la carne’. Incluso después de la conversión, todos los creyentes llevan consigo todavía una naturaleza propensa al mal y sentimientos emocionales que pueden conducirlos al descarrío. Para enfrentar tales tentaciones hay necesidad de una cotidiana lucha espiritual y de una diaria plegaria ferviente. Como Pablo escribió a los creyentes de Colosas: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría (Colosenses 3: 5).

b) Los cristianos tienen que combatir contra ‘el mundo’. La sutil influencia del amor impío del mundo por las cosas materiales es difícil de resistir. Los cristianos le pueden temer a la risa o a la censura del mundo incrédulo; pueden desear copiar el comportamiento de la gente incrédula, pueden temer ser radicales a los ojos del mundo, pero esos son enemigos espirituales contra los que tienen que luchar. “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigos de Dios (Santiago 4: 4). ¡Los cristianos tienen que pelear contra el mundo!
J. C. Ryle - Aspectos de la Santidad


    
    




lunes, 18 de marzo de 2013

No olvidemos nunca el intercambio



Pablo nos dice en 1 Corintios 15: 3-5 lo siguiente: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce”. La locución: “por nuestros pecados” pone el énfasis en el don que Jesús hizo de Sí mismo al Padre para liberarnos del pecado y de la muerte. Basándose en este don de Jesús mismo, Pablo formula las expresiones más cautivadoras y fascinantes de nuestra relación con Cristo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5: 21). “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8: 9).



Vale la pena recordar el comentario de Martín Lutero, entonces un monje agustino, sobre esas paradójicas palabras de Pablo. Lutero dice: “Este es aquel misterio que es rico en gracia divina para los pecadores, en el que por un prodigioso intercambio nuestros pecados ya no son más nuestros sino de Cristo, y la justicia de Cristo no es de Cristo sino nuestra” (Comentario a los Salmos de 1513 – 1515). Y así somos salvados.



El Evangelio nos hace saber que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Vino para cumplir la ley, y ofreció una obediencia perfecta a todas sus exigencias. Las Escrituras describen la vida perfecta de Cristo como “su justicia” o “la justicia de Dios”. La justicia perfecta de Cristo es acreditada a la cuenta de cada creyente. Merced a ese intercambio Dios trata a los creyentes como si ellos mismos hubiesen cumplido la ley a la perfección pues Dios acepta la obediencia de Cristo como si fuese de ellos.



Por otra parte Cristo murió en la cruz y sufrió el castigo y la maldición de la ley que merecían los creyentes. Cristo murió para aplacar la ira de Dios por el incumplimiento de la ley. No es posible entender la muerte de Cristo sin un entendimiento de las exigencias de la ley, imposibles de cumplir por parte nuestra. Se nos informa que la paga del pecado es muerte y Cristo sufrió la muerte en lugar de los creyentes como su Sustituto.



Es bueno recordar con frecuencia este comentario esclarecedor de Martín Lutero y el prodigioso intercambio que hace Cristo a favor nuestro a través de la fe y es bueno dar gracias a Dios continuamente por esa salvación.



No olvidemos nunca el intercambio.

jueves, 14 de marzo de 2013

El Pecado Imperdonable



La solemne advertencia de Jesús acerca de un tipo de pecado que no será perdonado se encuentra en tres evangelios: Mateo 12: 31, 32; Marcos 3: 28-30; y Lucas 12: 10. Es específicamente “blasfemia contra el Espíritu Santo”. En el contexto específico, los oponentes de Jesús decían que el Poder de hacer buenas obras entre ellos no era Dios, sino el demonio. Jesús distingue entre esta blasfemia y otros pecados.

Lo que hace al pecado imperdonable diferente de otros es su relación con el Espíritu Santo. Una obra del Espíritu Santo es iluminar la mente de los pecadores (Efesios 1: 17, 18), revelar y enseñar el Evangelio (Juan 14: 26), persuadir a las almas que se arrepientan y crean la verdad (Hechos 7: 51). El Espíritu no sólo explica la Palabra de Dios, sino que abre la mente para que la capte (2 Cor. 3: 16, 17). Cuando Su influencia es rechazada deliberadamente y a sabiendas, en oposición a la luz, entonces se comete el pecado irreversible como un acto de malicia voluntario e informado. En respuesta hay un endurecimiento del corazón provocado por Dios que excluye el arrepentimiento y la fe (Hebreos 3: 12, 13). Dios permite que la decisión de la voluntad del hombre sea permanente en este caso. Dios no hace eso ligeramente o sin causa, sino en respuesta a una ofensa en contra de Su amor.

Una persona que quiere arrepentirse no ha sufrido este endurecimiento y no ha cometido el profundo acto de odio que Dios ha resuelto que no perdonará. Todo el que ha nacido de nuevo no cometerá ese pecado, porque el Espíritu vive en esa persona y Dios no está dividido consigo mismo (1 Juan 3: 9).

Jesús dijo que “todo pecado” y “cualquier blasfemia” serán perdonados, excepto ese único pecado.

Este texto es una traducción de The Unpardonable Sin, una nota teológica que se encuentra en The Reformation Study Bible, R. C. Sproul, General Editor.