miércoles, 30 de marzo de 2011

El amor a Cristo es parte de la santidad

¿Me amas? (Juan 21: 16)

Un amor por alguien es uno de los sentimientos comunes a la naturaleza humana. Desafortunadamente, la gente pone algunas veces su amor en objetos indignos. Yo quiero reclamar un lugar para Quien es más digno de nuestro amor: ¡Jesucristo! Esto no es algo que hacen únicamente los fanáticos; la propia salvación que gozan los creyentes es posible debido únicamente a lo que Cristo ha hecho. Entonces, ¿Cómo pueden no amarle los creyentes? La santidad no puede existir sin el amor a Cristo.


Quiero hacer dos observaciones sobre este tema. La primera es:


1. El verdadero cristiano tiene un sentimiento especial de amor a Cristo
Hay muchas cosas que los cristianos creen y hacen en el curso de sus vidas cristianas. Pero lo más notable en cuanto a los verdaderos creyentes es su amor por su Señor. El conocimiento bíblico, la fe, la reverencia y la obediencia a Dios, todas esas son cosas que se han de ver en la vida del creyente. Pero los verdaderos creyentes van más lejos: aman a Cristo. Una persona puede carecer de un claro conocimiento, puede tener un valor que flaquea, o incluso puede caer en pecado. Pero, si amara a Cristo, ninguna de esas cosas la conduciría a la eterna destrucción.

La falta de fe y la falta de amor, ambas cosas son pasos que conducen a la ruina eterna. “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema”, escribió Pablo (1 Corintios 16: 22). El propio Jesús les dijo a los judíos: “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais” (Juan 8: 42). Y después de Su resurrección, Jesús le hizo tres veces esta pregunta a Su discípulo Pedro: “¿Me amas?” (Juan 21: 15, 16, 17). Estas son palabras que examinan a fondo la realidad de nuestra religión. Sencillas y fáciles de entender, son palabras sumamente escudriñadoras.


Si desean conocer el secreto de este sentimiento hacia Cristo, el apóstol Juan nos informa: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4: 19). Nosotros le amamos por todo lo que ha hecho por nosotros. Los creyentes han sido redimidos de la culpa, del poder y de las consecuencias de sus pecados. Y ahora reciben de Cristo, cotidianamente, vida y fortaleza espirituales, según ora por ellos en el cielo.


¿Ama el deudor al amigo que inesperadamente paga por él la totalidad de su deuda? ¿Ama la persona que se está ahogando a aquel que se sumerge en el océano y la rescata? ¿Ama el individuo que se encuentra atrapado en una casa en llamas al que arriesga su propia vida para lanzarse a las llamas para rescatarlo? ¡Incluso un niño podría responder estas preguntas! Exactamente de la misma manera y por similares razones, el verdadero creyente ama a Cristo.


a) El amor a Cristo es el compañero inseparable de la fe salvadora en Cristo. Si una persona no le tiene amor a Cristo, pueden estar seguros de que no tiene una verdadera fe en Cristo.


b) El amor a Cristo es el mejor motivo para toda obra hecha para Cristo. Hay una gran diferencia entre el cuidado de una niñera por un niño enfermo, y el cuidado de una madre por su hijo enfermo. La una actúa por un sentido del deber, mientras que la otra actúa motivada por el afecto y el amor. La una presta su servicio porque se le paga para que lo haga; la otra hace lo que hace llevada por el amor del corazón por ese niño. Sucede exactamente lo mismo en lo relacionado con el servicio a Cristo. Todos los grandes obreros de la Iglesia, a través de los tiempos, han sido eminentemente amantes de Cristo.

c) Debemos enseñar especialmente a los niños el amor a Cristo. Hay muchas cosas de la verdad cristiana que son difíciles de entender para los niños. Pero el amor a Jesús es algo que está al alcance de su entendimiento.

d) El amor a Cristo es el punto en el que todos los cristianos, procedentes de diferentes ramas de la iglesia cristiana, pueden unirse prescindiendo de sus diferencias en otros aspectos. “Yo no puedo hablar mucho a favor de Cristo” –dijo un anciano sin educación- “pero aunque no pueda hablar a favor de Él, ¡yo podría morir por Él!”
J. C. Ryle, D. D. Aspectos de la santidad. Continuará...

lunes, 28 de marzo de 2011

Diario de Spurgeon

11 de Mayo – 1850 Recorrí todo mi distrito. Confío en que el Señor se está moviendo ante la faz de estas personas. ¡Es Tu obra, oh Señor; cúmplela! Me siento animado a proseguir en los caminos del Señor e incluso a dedicar mi tiempo libre a Su servicio. ¡Prospera Tú la obra de mis manos! Mi propia alma es motivada, mi vida es vivificada y espero gozar pronto de la presencia del Señor.

sábado, 26 de marzo de 2011

“No sé” –dice Richard Baxter- “lo que piensen los demás, pero por mi parte estoy avergonzado por causa de mi estupidez y me pregunto cómo es que no trato a mi alma y a las almas de los demás como alguien que espera el gran día del Señor, y cómo puedo dar cabida casi a cualquier otro pensamiento o palabra, pero que asuntos tan trascendentales no absorban totalmente mi mente. Me sorprende que pueda predicar acerca de ellos de manera trivial y fría, y que pueda abandonar a los hombres en sus pecados sin que me acerque a ellos y les ruegue en el nombre del Señor que se arrepientan, prescindiendo del dolor o de las tribulaciones que eso me pudiera costar.

Rara vez me retiro del púlpito sin que mi conciencia me redarguya por no haber sido más denodado y ferviente. Mi conciencia me acusa, no por las fallas estéticas ni por la falta de elegancia, ni por decir alguna palabra ordinaria, sino que me pregunta: ‘¿cómo puedes hablar sobre la vida y la muerte con semejante corazón? ¿Cómo puedes predicar sobre el cielo y el infierno de un modo tan indolente y aburrido? ¿Crees en lo que dices? ¿Hablas en serio o en broma? ¿Cómo puedes decirle a la gente qué cosa es el pecado y cómo puedes hablar de su sufrimiento presente y futuro, sin sentirte afectado por ello? ¿No deberías llorar por estas personas y no deberían tus lágrimas acompañar a tus palabras? ¿No deberías mostrarles sus transgresiones y rogarles y suplicarles que reflexionen seriamente en la vida y la muerte?

En verdad esta es la campanada que la conciencia hace resonar a mis oídos, pero a pesar de ello mi alma soñolienta no despierta. ¡Oh, qué cosa tan terrible es un corazón insensible y endurecido! ¡Oh, Señor, líbranos de la peste de la infidelidad y de la dureza de corazón, porque de otra manera, ¿cómo hemos de salvar a otros de ésto mismo?! ¡Oh, obra en nuestra alma para que nosotros obremos en las almas de los demás!”

Richard Baxter (1615-1691) Teólogo puritano, autor del libro El Pastor Reformado.

domingo, 20 de marzo de 2011

"Escuchen ésto, ustedes, pobres en espíritu, ustedes, bebés recién nacidos en Cristo, que tienen a las personas de los creyentes (y especialmente a los predicadores) en alta estima, y los erigen muy en alto en sus corazones, y los enaltecen con sus lenguas porque disciernen tanta humildad, amor, paciencia, fe y otros dones del Espíritu y gracias de santificación en ellos. ¿No deberían más bien admirar a Cristo, exaltar a Cristo y enaltecerlo, porque ha sido el comprador, y es el dueño, el donador y el autor de todos estos dones y gracias espirituales, pues nosotros no tenemos nada sino lo que hemos recibido? Por Su gracia somos lo que somos, y toda la gracia que tenemos, de Su generosidad la hemos recibido. “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” Juan 1: 16. Por tanto, Él ha de recibir la gloria de todo, y Él ha de tener la preeminencia en todo, pues Él es todo en todos".

Hanserd Knollys, (1598–1691) ministro bautista particular. Fue amigo cercano de Benjamín Keach, uno de los predecesores de Charles Haddon Spurgeon en la línea de pastores de la Capilla de New Park Street.

sábado, 19 de marzo de 2011

Conocer a Jesucristo

Yo desearía que las gentes –incluso los cristianos- estudiaran los cuatro Evangelios más de lo que lo hacen. Digo ésto porque es la única manera en que llegarán jamás a conocer a Jesús. Es bueno conocer acerca de la fe y de la gracia, y acerca de la justificación y de la santificación. Pero es todavía mejor conocer a nuestro Señor, pues conocerlo a Él conduce a la santidad. ¿Y qué mejor manera hay de conocerlo a Él que estudiar los cuatro relatos de Su vida contenidos en los Evangelios?

Cristo es la roca espiritual sobre la cual hemos de edificar nuestras vidas. Cristo es la vid verdadera de la cual hemos de extraer el alimento espiritual. Cristo es nuestro hermano mayor en quien podemos encontrar simpatía en tiempos de necesidad. Cristo es nuestro abogado que presenta nuestras oraciones delante de Dios. Cristo es el rey en cuyo reino pasan los creyentes la eternidad.

J. C. Ryle (1816-1900) - Aspectos de la Santidad. Grace Publications

domingo, 13 de marzo de 2011

La Primera 'Carta Doliente'

Roma, 7 de Diciembre de 1871

Para mi amada iglesia y para mis amigos en general

Amados en el Señor: habiendo sentido que era mi deber abandonar Inglaterra por un breve lapso para prevenir un regreso de mi dolencia previa, estoy obligado a reconocer con agradecimiento la buena mano del Señor en mi vida durante mi corto viaje al extranjero. Yo espero regresar en breve, y espero hacerlo tan fortalecido como para continuar trabajando por un considerable período de tiempo sin hacer otra pausa. Aprovecho esta oportunidad de agradecer a mi afectuosa iglesia y a mis amables amigos por sus innumerables actos de generosa simpatía al ayudar a nuestro Colegio del Pastor y al Orfanato, y especialmente por esas múltiples oraciones que fueron convertidas en mi consuelo y restauración durante mi última enfermedad, y que son el instrumento de sostenimiento en mi siempre creciente servicio para el Señor. Que el Señor les devuelva al mil por uno en sus pechos el bien que amigos fieles han implorado para mí, y que me haga más que nunca un instrumento de bendición para ellos por medio de mi ministerio.

Justo ahora les imploro una renovación de esas oraciones con un denuedo incrementado, pues necesitamos grandemente un avivamiento de la religión, y sería una evidencia segura de su pronta llegada si lo creyentes se unieran en oración por esa causa. La llama ya está encendida en el Tabernáculo, pero necesita ser avivada para que se convierta en una poderosa conflagración. Nuestro país necesita una visitación divina, y sólo se requiere argumentar su promesa para que se vea cumplida. Hermanos, como un solo hombre, clamen poderosamente al Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Gloria, suplicándole que ponga Su mano a la obra, y enaltezca a Su Hijo a los ojos del pueblo. Encontrándome donde está el trono de Satanás, en medio de diez mil ídolos, yo les suplico a aquellos que adoran a Dios en el Espíritu que luchen en oración pidiendo tiempos de refrigerio, para que todas las tierras sepan que Jesucristo es Señor. ¿Cuánto tiempo será blasfemado el nombre de Jesús por las idolatrías del Anticristo? Pudiera ser que los tiempos de tinieblas duren hasta que los hijos de la luz clamen amargamente, día y noche, por causa de angustia del alma. Entonces Dios vengará a Sus elegidos, y lo hará rápidamente.

Al caminar por la Vía Apia me he gozado porque Jesús, a quien Pablo predicó, vive, y con seguridad vencerá a Sus enemigos en el tiempo señalado. Ya ha desolado al Coliseo donde Sus fieles mártires derramaron su sangre; el poder pagano ha caído, y también lo hará el poder papal, y todo otro poder que se oponga a Su reino. Proclamemos una cruzada espiritual, y enarbolemos nuestros pendones con una redoblada oración. Es un hecho que la suplicación produce resultados maravillosos en el cielo y en la tierra; su poder está demostrado en nuestra propia experiencia personal, y a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Hermanos, OREMOS.

Suyo, por nuestro Señor Jesucristo,

C. H. Spurgeon

viernes, 11 de marzo de 2011

ÚLTIMO MENSAJE DE SPURGEON DE INICIO DE AÑO, PRONUNCIADO EN MENTON, el primer día de 1892.
(Editado de La Espada y la Cuchara, Febrero de 1892),

Queridos amigos:

Atravesando el umbral del año nuevo en esta hora miramos hacia adelante y, ¿qué es lo que vemos? Aunque pudiéramos conseguir un telescopio que nos permitiera ver el fin del año, ¿tendríamos la sabiduría para usarlo? No lo creo. Desconocemos los eventos que nos esperan; la vida y la muerte de nosotros o de nuestros amigos, o los cambios de posición, o la enfermedad o la salud. ¡Cuán grande misericordia es que estas cosas estén ocultas para nosotros!

Si viéramos anticipadamente nuestras más selectas bendiciones, perderían su frescura y su dulzura mientras las estuviéramos esperando impacientemente. La anticipación se tornaría amarga y se convertiría en desánimo, y la familiaridad engendraría desdén. Si pudiéramos ver por anticipado nuestras tribulaciones, nos preocuparíamos por ellas mucho antes de que vinieran, y en ese desasosiego nos perderíamos del disfrute de nuestras bendiciones presentes. La gran misericordia tendió un velo entre nosotros y el futuro, y lo dejó colgando allí.

No obstante, no todo está oculto. Vemos con claridad algunas cosas. Digo: ‘nosotros’, pero quiero decir aquéllos cuyos ojos han sido abiertos, pues no es cualquier persona la que puede ver en el sentido más verdadero. Una dama le dijo al señor Turner: ‘He mirado con frecuencia ese panorama, pero nunca he visto lo que usted ha incorporado en su cuadro’. El gran artista simplemente le respondió: ‘¿No desearía poder verlo?’ Mirando al futuro con el ojo de la fe, los creyentes pueden ver muchas cosas que están ocultas para quienes no tienen fe. Permítanme decirles en unas cuantas palabras lo que yo miro cuando examino el nuevo año.

Veo una senda construida desde este primero de Enero de 1892 al primero de Enero de 1893. Veo un camino proyectado por el conocimiento anticipado y la predestinación de Dios. Nada sobre el futuro es dejado al azar; es más, ni la caída de un gorrión, ni la pérdida de un cabello son dejados a lo fortuito, antes bien, todos los eventos de la vida están arreglados y señalados. No sólo está señalado en el mapa divino cada recodo del camino, sino también cada piedra del camino y cada gota del rocío matutino o de bruma nocturna que cae sobre la hierba que crece junto al camino. No vamos a cruzar un desierto sin huellas; el Señor ha ordenado nuestra senda en Su infalible sabiduría e infinito amor. ‘Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino’.

A continuación veo que nos es proporcionado un Guía como nuestro compañero a lo largo del camino. A él le decimos de buena gana: ‘Me has guiado según tu consejo’. Él espera para ir con nosotros a través de cada tramo del camino. ‘Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará’. No hemos sido dejados para que pasemos por la vida como si fuese un desierto solitario, un lugar de dragones y de búhos, pues Jesús dice: ‘No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros’.

Aunque perdiéramos a padre, y madre, y a los más queridos amigos, hay Alguien que lleva nuestra naturaleza, que nunca se apartará de nuestro lado. Alguien semejante al Hijo del hombre todavía está hollando los caminos vitales de los corazones creyentes, y cada creyente verdadero sale del desierto apoyándose sobre el Amado. Sentimos la presencia del Señor Jesús incluso ahora, en esta habitación, donde dos o tres están reunidos en Su nombre; y confío que la experimentaremos a lo largo de todos los meses del año, ya sea que se trate del tiempo del canto de los pájaros, o de la estación de los frutos maduros o de los oscuros meses cuando los terrones congelados parecieran hechos de hierro.

En esta Riviera deberíamos darnos cuenta sin tanto esfuerzo de la presencia de nuestro Señor, porque el campo se parece mucho a ‘tu tierra, oh Emanuel’. Aquí está la tierra del aceite de oliva y de los higos y de los racimos de Escol. Junto a ese mar azul caminó y escaló por esas colinas rocosas. Pero ya sea aquí, o en cualquier otra parte, esperemos que ÉL permanezca con nosotros, para hacer que este año sea verdaderamente ‘un año de nuestro Señor’.

Junto a la senda y al Guía, yo percibo muy claramente, gracias al ojo de la fe, la fortaleza requerida para el viaje señalado. A lo largo de toda la distancia del año, hemos de encontrar paraderos donde podemos descansar y tomar refrigerios, y luego proseguir en nuestro camino cantando: ‘Confortará mi alma’. Tendremos la fortaleza suficiente sin nada que escatimar; y esa fortaleza vendrá cuando sea requerida y no antes. Cuando los santos se imaginan que tienen fortaleza que escatimar, se convierten en pecadores, y son proclives a que sus guedejas sean cortadas por los filisteos. El Señor del camino suministrará a los peregrinos suficientes viáticos para el viaje; pero podría considerar que no es sabio recargarlos con fondos superfluos.

Dios, que es suficiente para todo, no les fallará a quienes confían en Él. Cuando llegamos al punto de llevar a hombros la carga, habremos llegado al lugar donde recibiremos la fortaleza. Si le agrada al Señor multiplicar nuestras tribulaciones haciendo que una de ellas se convierta en diez, aumentará nuestra fuerza en la misma proporción. El Señor todavía le dice a cada creyente: ‘Como tus días serán tus fuerzas’. Tú no sientes tener todavía la gracia que necesitas para morir; ¿qué hay con ello? Todavía no te estás muriendo. Mientras tienes todavía que enfrentar el oficio y el deber de la vida, espera en Dios la gracia que estas cosas requieren; y cuando la vida se esté esfumando, y tu único pensamiento sea desembarcar en la costa eterna, entonces espera, en los momentos de tu agonía, la gracia de Dios tu Salvador para morir.

Podemos esperar una afluencia de fortaleza divina cuando la fortaleza humana está fallando, y una cotidiana concesión de energía conforme la necesidad cotidiana lo requiera. Nuestras velas serán despabiladas en tanto que necesiten arder. Nuestra presente debilidad no debe tentarnos a limitar al Santo de Israel. Hay una hospedería en cada paso de los Alpes de la vida, y un puente que cruza cada río de tribulación que atraviesa nuestro camino hacia la Ciudad Celestial. Los santos ángeles que nos guardan son tan numerosos como los ángeles caídos que nos tientan. Nunca tendremos una necesidad para la cual nuestro benigno Padre no hubiere provisto ningún suministro.

Yo veo muy claramente un poder que rige todas las cosas que ocurren en el camino que recorremos. Veo un alambique en el cual son transformadas todas las cosas. ‘Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados’. Veo una mano que obra portentos que para nosotros convierte a las espadas de la enfermedad en arados de corrección, y las lanzas de la tribulación en podaderas para disciplina. Gracias a esta habilidad divina las cosas amargas son endulzadas y los venenos son convertidos en medicinas. ‘Nada os dañará’, es una promesa demasiado fuerte para la fe débil; pero la plena seguridad descubre que es verdadera. Puesto que Dios está a favor de nosotros, ¿quién podría estar en contra de nosotros? ¡Qué dicha es ver a Jehová mismo como nuestro estandarte, y a Dios mismo con nosotros como nuestro Capitán! Sigamos adelante en el nuevo año, pues ‘no te sobrevendrá mal’.

Una cosa más resulta ser el brillo mismo: este año confiamos ver que Dios es glorificado por nosotros y en nosotros. Si cumplimos nuestro fin más importante, alcanzaremos nuestra dicha más excelsa. Pensar que Dios puede obtener gloria de tales pobres criaturas como nosotros, es el deleite del corazón renovado. ‘Dios es luz’. Nosotros no podemos agregar nada a Su brillo pero podemos actuar como reflectores que, aunque no tengan ninguna luz propia, cuando el sol brilla sobre ellos, reflejan sus rayos, y los envían donde no hubieran llegado nunca sin tal reflexión. Cuando el Señor brilla en nosotros, proyectaremos esa luz en los lugares oscuros, y haremos que quienes están sumidos en sombra de muerte se regocijen en Jesús nuestro Señor.

Esperamos que Dios haya sido en alguna medida glorificado en algunos de nosotros durante el año pasado, pero confiamos que será glorificado por nosotros mucho más en el año que comienza ahora. Estaremos contentos de glorificar a Dios ya sea activamente o pasivamente. Queremos que sea de tal manera que, cuando la historia de nuestra vida sea escrita, quienquiera que la lea no nos considere como ‘hombres que se han autorrealizado’ sino como obra de las manos de Dios, en quien Su gracia es engrandecida. Los hombres no pueden ver la arcilla en nosotros sino en las manos de Alfarero. Se referían a alguien diciendo: ‘es un excelente predicador’; de otro dijeron: ‘Nunca nos damos cuenta de cómo predica, pero sentimos que Dios es grande’.

Deseamos que nuestra vida entera sea un sacrificio, un altar de incienso que humee continuamente con un dulce perfume para el Altísimo. ¡Oh, ser llevado a lo largo del año sobre las alas de la alabanza a Dios; remontarse de año en año, y elevar en cada ascenso un cántico más excelso y, sin embargo, más humilde para el Dios de nuestra vida! La visión de una vida llena de alabanza no se cerrará nunca, sino que continuará a lo largo de la eternidad. De salmo en salmo y de aleluya en aleluya ascenderemos el monte del Señor; hasta llegar al Lugar Santísimo, donde, con rostros velados, nos inclinaremos delante de la Majestad divina en la bienaventuranza de una adoración sin fin. ¡Que el Señor sea con ustedes a lo largo de todo este año! Amén.

martes, 8 de marzo de 2011

Último mensaje

ÚLTIMO MENSAJE DE FIN DE AÑO DE SPURGEON, PREDICADO EN MENTON, FRANCIA.
(Tomado de La Espada y la Cuchara, Febrero, 1892)

Queridos amigos:

No soy capaz de decirles mucho en este momento. Me habría encantado invitarlos a orar cada mañana, si hubiera podido reunirme con ustedes, pero no tenía la fuerza suficiente. No puedo evitar decirles algo, en esta última noche del año, a manera de mirada retrospectiva, y tal vez en la mañana del Año Nuevo agregue una palabra a modo de una mirada prospectiva.

Hemos llegado hasta aquí en la jornada de la vida y, estando en la conclusión de otro año, echamos un vistazo atrás. Cada uno debe mirar su propio sendero recorrido. No necesitarán que intente decir finas palabras o frases; cada uno, con sus propios ojos, ha de inspeccionar su propio camino. Entre las cosas sobresalientes que deben ser notadas, están los peligros que hemos escapado. Después que el peregrino de Bunyan hubo atravesado a salvo el Valle de la Sombra de Muerte, la luz matutina se alzó sobre él y, sentándose, miró hacia atrás, al terrible camino que había recorrido. Una vez le pareció algo terrible haber marchado a través de ese valle por la noche; pero cuando lo miró en retrospectiva, y vio los horrores que había escapado, debe de haberse sentido dichoso de que la oscuridad le hubiera ocultado mucho de su peligro cuando se encontraba en medio de él. A nosotros nos ha sucedido algo muy parecido: gracias a Dios, ahora que vemos claramente los peligros, lo hemos pasado sin daños.

Durante el año que concluye esta noche, algunos de nosotros hemos estado muy cerca de las fauces de la muerte, y algunos podríamos haber bordeado el abismo de la desesperación; y, sin embargo, vivimos y esperamos. Nuestro sendero ha estado lleno de pruebas y de tentaciones, y, no obstante, no se nos ha permitido caer. Nuestro corazón ha sido rasgado por conflictos internos, y, a pesar de ello, la fe ha salido victoriosa. Ninguno de nosotros sabe cuán cerca ha estado de cometer algún grave pecado, o de dar un paso en falso.

Demos gracias a Dios por las vidas preservadas, por los renovados consuelos, y los caracteres sin mancha, pues estas vasijas tienen el sello de ‘frágil’, y que no estén quebradas es una maravilla de la gracia.

Desde la última vez que nos reunimos, ¡cuántas personas han muerto! Las pestes y las muertes han estado volando a nuestro alrededor, como balas al calor de la acción, y únicamente Aquel que en tiempos antiguos cubrió la cabeza de David en el día de la batalla, pudo habernos guardado de la muerte. Nuestra vida espiritual sobrevive todavía, y sólo Aquel sostiene a las estrellas en sus órbitas pudo habernos conservado en nuestra integridad. Debe provocar lágrimas de gratitud en nuestros ojos cuando miramos, para citar el lenguaje del Cantar de Salomón, ‘Desde la cumbre de Hermón, desde las guaridas de los leones, desde los montes de los leopardos’.

En lo que a mí respecta, yo no me atrevo a omitir de mi mirada retrospectiva los pecados del año pasado, de los cuales quiero arrepentirme sinceramente. Quien no se reconoce pecador, no se conoce del todo. Quien no siente su propia indignidad, seguramente se ha vuelto insensible o engreído. Los pecados de omisión son los que más me preocupan. Miro al pasado, y recuerdo lo que pude haber hecho y no he hecho: cuántas oportunidades de utilidad he desaprovechado; cuántos pecados he dejado pasar sin censura; a cuántos esforzados principiantes en la gracia he dejado de ayudar. No puedo dejar de afligirme debido a que lo que he hecho, no lo hice mejor, o no lo acompañé con una más humilde dependencia de Dios.

Ahora percibo, en mis cosas santas, fallas en sus comienzos, fallas en su implementación y fallas en su conclusión. Las demoras para comenzar, la dejadez en el acto y la altivez al final, empañan nuestro mejor servicio. ¡Qué lista sin fin constituirían nuestras fallas y defectos! Oh, amigos, cuando examinamos cuidadosamente un año de vida, escudriñando los pensamientos y los motivos y las secretas imaginaciones del alma, ¡cuán humillados deberíamos sentirnos! Cuando recorría las calles de Menton el día de hoy, me sentía abatido por un sentido de pecado; y súbitamente me sobrevino este pensamiento: ‘Sí, y por tanto, tengo mi parte y mi porción en la obra del Señor Jesús, pues Él dijo expresamente: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”’.

¿Por qué murió Jesús? Él murió por nuestros pecados. No habría tenido que morir por los hombres, si los hombres no hubieran pecado. Donde no hay pecado, no hay participación en la ofrenda del pecado. Si no tenemos pecado, no tenemos ninguna conexión con ese Salvador que vino para salvar a Su pueblo de sus pecados. ¿Por quién intercede Jesús? Él intercede por los transgresores. Si yo no soy un transgresor, no tengo ninguna seguridad de que interceda por mí. Todo el sistema de mediación es para hombres pecadores, y como yo estoy consciente de culpa, tengo la garantía, por la fe, de que estoy dentro del círculo de la gracia divina.

Mi fe coloca su mano sobre la cabeza de Aquel que fue nuestro Sustituto y Azazel, y yo veo todos mis pecados y todos los pecados de todos los creyentes, quitados para siempre por Aquel que ocupó el lugar del pecador.

Tus lágrimas han de brotar debido al pecado, pero, al mismo tiempo, el ojo de la fe ha de ver fijamente al Hijo del hombre alzado, como Moisés alzó la serpiente en el desierto, para que quienes son mordidos por la serpiente antigua puedan mirarlo y vivan. Nuestra condición de pecadores es ese vacío en el que nuestro Señor derrama Su misericordia. ‘Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores’. Yo hago descansar mi alma sobre ese bendito hecho. Aunque he predicado a Cristo crucificado durante más de cuarenta años, y he llevado a muchos a los pies de mi Maestro, no tengo en este instante ningún rayo de esperanza excepto el rayo que proviene de lo que mi Señor Jesús ha hecho por los hombres culpables.

“¡Contémplenlo allí! ¡El Cordero sangrante!
Mi Justicia perfecta e inmaculada,
El grandioso inmutable, ‘Yo Soy’,
El Rey de gracia y de gloria”.

¡Un diluvio de luz irrumpe en la escena cuando miramos la historia de nuestras misericordias! ¡Ahora tienen que recurrir a su aritmética! ¡Comiencen ahora a hacer sus cálculos! Piensen en las misericordias grandes y en las pequeñas; en misericordias pasajeras y en misericordias eternas; en misericordias de día y en misericordias de noche; en misericordias que previenen el mal y en misericordias que proporcionan el bien; en misericordias en casa y en misericordias fuera de casa; en misericordias de lecho y de manutención, de ciudad y de campo, de convivencia y de aislamiento. La misericordia afecta cada facultad de la mente, y cada porción del cuerpo. Hay misericordias para la conciencia, y para el miedo y la esperanza; misericordias para el entendimiento y para el corazón y, al mismo tiempo, hay misericordias para el ojo, y la cabeza y la mano. El panorama completo de la vida es de oro con la luz de la misericordia. En el amor de Dios hemos vivido, y nos hemos movido y hemos tenido nuestro ser. Vemos nuevas misericordias cada mañana y vemos misericordias antiguas, como los montes eternos; torrentes de misericordia; océanos de misericordia; hay misericordia para todo y todo es misericordia.

Dios ha sido especialmente bueno conmigo. Me parece que oigo que cada corazón susurra: ‘eso es justo lo que yo iba a decir’. Queridos amigos, no voy a monopolizar esa expresión. Es sumamente válida para mí; no dudo de que sea igualmente válida para cada uno de ustedes. ¿Acaso podemos concebir cómo Dios hubiera podido ser más misericordioso de lo que ha sido? Si ustedes conocen al Señor del amor, de tal forma que moran en Él, y si Su Espíritu mora en ustedes, se unirán conmigo al expresar abundantemente la memoria de Su grandiosa bondad. ¡Cuán portentosa es Su misericordia! ¡Cuán gratuita! ¡Cuán tierna! ¡Cuán fiel! ¡Cuán duradera! ¡Cuán eterna! No, ni siquiera puedo intentar un bosquejo de la bondad del Señor para con nosotros durante el año que ahora se esfuma; cada uno de nosotros debe revisar el registro por sí mismo. ‘¿Cuánto debes a mi amo?’, es una pregunta que debe ser respondida, personalmente, por cada persona, individualmente.

Una cosa más antes de concluir. ¿Cuáles son las lecciones que nuestro Dios misericordioso quiere que aprendamos por todo lo que ha pasado durante el año? Cada uno de nosotros ha tenido su propio orden de disciplina y su línea de aprendizaje; pero no todos han tenido lo mismo. Escrito está: ‘Todos tus hijos serán enseñados por Jehová’, pero no todos los hijos están leyendo la misma página, en el mismo instante.

¿No hemos aprendido a esperar más de Dios, y menos de los hombres? ¿No hemos aprendido a hacer menos resoluciones, pero implementar aquéllas que fueron sabia y devotamente formuladas? ¿No hemos visto más de la inestabilidad de los goces terrenales? ¿No hemos aprendido más plenamente la necesidad de usar el tiempo presente, y la habilidad poseída? ¿No estamos conscientes ahora que ni somos tan buenos, ni sabios, ni fuertes, ni tan constantes como creímos serlo? ¿Hemos sido enseñados a menguar para que Jesús pueda crecer, según el ejemplo de Juan el Bautista, quien clamó: ‘Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe’?

Estas son verdades que vale la pena aprender. No tengo ni tiempo ni fuerzas para sugerirles otras lecciones que la experiencia nos enseña cuando nuestros corazones son vueltos dispuestos para la instrucción divina. Debimos haber aprendido mucho en 365 días. Permítanme únicamente aludir a una verdad que me ha calado.

Durante el año pasado he sido conducido a ver que hay más amor y unidad en el pueblo de Dios de lo que generalmente se cree. No hablo egoístamente, sino agradecidamente. Yo no tenía ninguna idea de que los cristianos de cada iglesia suplicarían, espontánea e importunamente, la prolongación de mi vida. Yo me siento deudor para con todo el pueblo de Dios en esta tierra. Cada sección de la iglesia pareciera competir con todas las demás en el envío de palabras de consuelo para mi esposa, y en la elevación de la intercesión ante Dios a favor mío.

Si alguien hubiera profetizado hace veinte años que un ministro disconforme, y uno muy franco por cierto, sería objeto de oraciones de muchas iglesias parroquiales, y en la Abadía de Westminster y en la Catedral de San Pablo, hubiera sido imposible de creerse, pero así fue. Hay más amor en los corazones de los cristianos de lo que ellos mismos reconocen. Confundimos nuestras divergencias de juicio y las tomamos como diferencias del corazón, pero están lejos de ser lo mismo. En estos días de criticismo infiel, los creyentes de todo tipo serán conducidos a una sincera unidad. Por mi parte, yo creo que todas las personas espirituales ya son una.

Cuando nuestro Señor oró pidiendo que la iglesia fuera una, Su oración fue respondida, y Su verdadero pueblo incluso ahora, en espíritu y en verdad, es uno en Él. Entre el racionalismo y la fe hay un abismo inmensurable, pero allí donde hay fe en el Padre eterno, fe en el Grandioso Sacrificio, y fe en el Espíritu que mora en nosotros, hay una unión viva, amorosa y duradera.

He aprendido también que cuando una iglesia pide con súplicas sinceras, tiene que ser oída, y será oída. Ningún caso es desesperanzado cuando muchas personas oran. La enfermedad más mortal suelta su agarre ante el poder de una intercesión unánime. En tanto que viva, yo soy el la encarnación visible del hecho que, para la oración de fe, presentada por la Iglesia de Dios, nada es imposible. Vale la pena haber estado gravemente enfermo para haber aprendido esta verdad, y haberla comprobado en nuestra propia persona.

En este pequeño círculo, probablemente alguna persona u otra diga: ‘esas no son exactamente las lecciones que hemos aprendido este año’. Tal vez no. Pero si han aprendido algo más sobre Jesús, y sobre Su amor, que sobrepasa todo conocimiento, eso basta. Den gracias si han aprendido incluso un poco acerca de Jesús. No se juzguen a ustedes mismos por los logros de otros que son de más edad o más experimentados, antes bien, regocíjense en el Señor. Bendigan a Dios por la luz de las estrellas y Él les dará luz de luna; alábenle por la luz de luna y Él les dará luz del sol; denle gracias por la luz del sol, y han de llegar todavía a la tierra donde no necesitan la luz del sol, pues el Señor da luz por los siglos de los siglos. ¡Que este año concluya con bendición! Amén.

sábado, 5 de marzo de 2011

Prefacio del último volumen anual de La Espada y la Cuchara

Prefacio del último volumen anual de La Espada y la Cuchara, escrito a fines de 1891.

Nuestro ministerio en el Tabernáculo ha sido tristemente breve durante 1891. Dio inicio muy felizmente, con rebosantes reuniones, y con personas convertidas que pasaban al frente en grandes números. Y luego las nubes descendieron, y la voz acostumbrada fue silenciada. Sin embargo, posiblemente, no, es más, podríamos decir, seguramente, el Señor ha hecho mayores cosas por medio de la enfermedad y el silencio de Su siervo, que por su salud y por su testimonio verbal. No siempre podemos esperar ver el motivo y la razón de los tratos del Señor, pero, en este caso, ciertos puntos son bastante claros.

LA OBRA QUE SE CENTRA EN EL TABERNÁCULO METROPOLITANO HA SIDO PROBADA. Muchos han asumido que la muerte del pastor sería fatal para la obra que inauguró. Se ha demostrado ya que eso es un mero supuesto. Como Isaac, era ‘ya casi muerto’, pero las instituciones se sostuvieron, y la predicación de la Palabra se mantuvo a través de diferentes hombres de Dios, hasta que al fin vino el hombre (A. T. Pierson) quien ha llenado la gran casa, y ha conmovido el corazón de la multitud por su noble testimonio acerca de la verdad. Los miembros no han abandonado la iglesia y los obreros no han detenido sus manos. Tal experiencia es reconfortante, y es un ensayo práctico de lo que sucederá en otro día, cuando el pastor que ha sido rescatado una y otra vez de las aguas de la muerte, suba en verdad al monte, y duerma y no conduzca más al rebaño a través del desierto.

MUY NOTABLE ES EL HECHO DE QUE SE HA ELEVADO UNA INMENSA CANTIDAD DE ORACIÓN FERVIENTE. Que nosotros sepamos, en ninguna ocasión moderna se han elevado más súplicas a Dios por la vida de un ministro del Evangelio. Por supuesto que nuestro amado pueblo ha sido constante y diligente en sus súplicas; pero ésto fue sólo como una gota en el balde, comparado con la intercesión de millones de personas en todo el mundo. No hay exageración en este cálculo; realmente parecía como si todos los cuerpos de los cristianos, e incluso otros más allá del palio de nuestra santa fe, fueran uno solo clamando a Dios a favor nuestro. Si las oraciones hubieran permanecido sin respuesta, el enemigo habría aprovechado esa gran ocasión para blasfemar. Como han sucedido las cosas, el hecho ha ayudado grandemente a la fe en las mentes sinceras. La preservación de una vida que ya estaba a punto de expirar fue, si no dijéramos ‘milagrosa’, al menos una instancia muy notable de la prevalencia de la oración unida por un caso desesperado. La lección así enseñada por un hecho público no puede perderse en mentes sensatas. Varios pastores han indicado que sus ovejas habían permitido que las reuniones de oración decayeran, pero cuando fueron invitadas para orar en este caso, se reunieron en grandes números, y suplicaron fervientemente por el objetivo especial, y han continuado en el más pleno ejercicio de la oración desde entonces. Vale la pena estar gravemente enfermo si, por ese medio, los hombres se curan de la enfermedad más aguda del descuido de la oración.

IGUALMENTE MEMORABLE ES EL AMOR CRISTIANO LATENTE QUE SE HA MANIFESTADO. Amorosos telegramas y cartas han llovido a cántaros espontáneamente, no únicamente provenientes de amigos muy conocidos, sino, más numerosamente, provenientes de personas de otras denominaciones, de quienes no se hubiera esperado tanta tierna simpatía y preocupación…

Al editor de la revista se le agotan las fuerzas y el espacio, y pacientemente vuelve a recostarse en el sillón al cual está obligado a retornar por los cuidadosos recordatorios de los amigos que lo vigilan. La gratitud a Dios y a todo tipo de amigos hace que broten las lágrimas de sus ojos al momento de escribir. ¡Bendito sea el Señor que nos sana, y benditos sean los corazones que imploraron su agraciada intervención, y bendito sea cada uno de los lectores de estas páginas!

Eso pide

C. H. Spurgeon

jueves, 3 de marzo de 2011

Sobre el estilo de predicar de Spurgeon

Se supone que la siguiente descripción del estilo del predicador, fue escrita por un tal señor Hare, en los inicios del ministerio de Charles Spurgeon:

“Su voz es clara y musical; su lenguaje sencillo; su estilo fluye tersamente; su método es lúcido y ordenado; su contenido sano y apropiado; su tono y su espíritu es cordial; sus comentarios son siempre concisos y penetrantes, algunas veces familiares y coloquiales, pero nunca son ligeros ni toscos, ni mucho menos profanos. Juzgando sobre la base de un solo sermón, suponemos que se va a convertir en un predicador del Evangelio claro, fiel, contundente y afectuoso, en la modalidad llamada calvinista. A la vez que hay en él una solidez más allá de sus años, nosotros detectamos una exuberancia agreste que es naturalmente característica de los predicadores muy jóvenes”.

Este comentario está tomado de una biografía titulada: “Del Pupitre del Maestro al Tabernáculo Metropolitano; Pastor C. H. Spurgeon, Su Vida y Obra”. Fue escrita por el reverendo R. Shindler, y las pruebas de galera fueron revisadas por el propio pastor Spurgeon en Mentone, Francia, durante su última enfermedad. Fue publicada en Londres por Passmore and Alabaster, en el año de 1892.