jueves, 29 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta # 2.
Otra de las cartas recibidas con motivo de la encuesta que hizo el periódico El Australiano para explorar el impacto de los sermones de Spurgeon en el público lector, y ver la posibilidad de bajar las tarifas al anunciante que pagaba un altísimo precio por su publicación es la siguiente:
“Leyendo en El Australiano una petición para que las personas que apoyaran los sermones del señor Spurgeon se comunicaran con usted, yo expongo los siguientes hechos ante su conocimiento. He vivido en la Colonia durante dieciséis años; y durante ese período he asistido a un lugar de adoración como tres veces, y luego, más por accidente que por decisión. Durante mi permanencia en la Colonia, siento decirlo, he contraído el horrible hábito de la ebriedad, agarrando la borrachera durante dos semanas o hasta tres de un tirón. El verano antepasado tuve horrorosas crisis de abstinencia dos veces; y el verano pasado experimenté el delirium tremens. Incapaz de estar sentado, de pararme, de acostarme o de caminar, casualmente tomé una copia de El Australiano, y lo que atrajo mi mirada fue un sermón del señor Spurgeon sobre ‘La Accesibilidad de Jesús’ (el sermón no. 800). Comencé a leerlo; y no había concluido de leerlo cuando tuve que sostener mi mano en mi rostro por pura vergüenza. Cuando lo hube leído todo, me encontré mirando a Cristo para ser liberado de mi horrible carga de pecado; y, para mi asombro, el delirium tremens se desvaneció como un pesado rocío en una mañana de verano. Yo estaba débil como consecuencia de los largos días de borrachera, pero me sentía muy feliz mentalmente; y desde entonces, me alegra decirlo, nunca gocé de tanta paz en mi vida como ahora.”
Muchos años después, cuando el Pastor Thomas Spurgeon (uno de los dos hijos de Spurgeon) se encontraba en Geelong, el autor de esta carta lo visitó y tuvieron una conversación muy interesante, en el transcurso de la cual sacó de su bolsillo un copia rota y descolorida del periódico que contenía el sermón que había sido usado por el Espíritu Santo para su conversión.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta #1
Una de las cartas recibidas con motivo de la encuesta que hizo el periódico El Australiano para explorar el impacto de los sermones de Spurgeon en el público lector, y ver la posibilidad de bajar las tarifas al anunciante que pagaba un altísimo precio por su publicación, es la siguiente:
“Señor” –escribió un hombre desde una remota parte de Victoria- “habiendo visto un anuncio recientemente en el encabezado de uno de los sermones publicado semanalmente por El Australiano, solicitando que expresemos nuestra opinión en cuanto a su utilidad, me aventuro respetuosamente a ofrecer en respuesta el siguiente comentario simple y breve. He sido durante los últimos cinco años o tal vez más, uno de esos desafortunados que son comúnmente llamados “vagabundos”. Habiendo viajado durante unos cuantos meses en busca de un empleo, entré a una cantina a la vera del camino, con el objeto de tomar una copa y descansar al menos una hora, puesto que estaba muy cansado. Un periódico estaba colocado sobre el mostrador, que contenía un sermón del señor Spurgeon sobre el texto: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo.” Lo leí de principio a fin con creciente interés conforme leía; se adecuaba perfectamente a mi caso. Me despertó a un sentido de mi condición completamente perdida como un pecador del tinte más negro, y, al mismo tiempo, me animó tanto a buscar la misericordia y la paz al pie de la cruz, que no pude resistirme a hacerlo; y humildemente espero no haber buscado en vano. Abandoné la cantina resuelto a no entrar nunca más a ninguna. Desde entonces he gozado de una paz a la que había sido un perfecto extraño. Ahora estudio diariamente la Palabra de Dios y asisto al servicio divino siempre que puedo. Aunque yo era nominalmente un miembro de la Iglesia de Inglaterra, antes de la lectura del sermón al que hago alusión, sólo había asistido una vez a la iglesia desde mi llegada a la Colonia, ahora hace casi siete años. Hasta donde llega mi conocimiento, estos sermones son ampliamente leídos en los distritos alejados; y, en lo que a mí toca, espero con ansias la llegada del periódico semanal –que mi patrono siempre me presta- como el mensajero de gozo y consuelo para mí; y pido a Dios que sea lo mismo para cientos de otras personas también. Sólo quiero pedir, en conclusión, que le dé la expresión de mi agradecimiento humilde y sentido al amigo que paga para la publicación de los ‘anuncios’ que contienen los sermones del señor Spurgeon.”

sábado, 17 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Registrar aunque sólo fuera una fracción de los memorables incidentes que han ocurrido en conexión con la publicación de los sermones de Spurgeon y mencionar aunque sólo fueran unos cuantos de los hombres prominentes que los han encontrado de utilidad y bendición para ellos mismos, ocuparía mucho más espacio del que se podría destinar en el blog. Pero podemos dar algunos ejemplos típicos.
Tal vez una de las características más notables de la temprana circulación de los sermones fue la forma en la que llegaron a ser conocidos por la generalidad del público en Australia.
Un caballero cristiano que vivía en esa colonia, sintiendo la necesidad de enviar el Evangelio a los distritos más remotos de tal manera que fuera leído, obtuvo el permiso de Charles Haddon Spurgeon para insertar algunos de sus sermones, en la forma de anuncios al público, en periódicos australianos. Este era un curso de acción que, como dijo el propio predicador, necesitaba que el ‘anunciante’ “gastara semana a semana una suma que difícilmente me atrevería a mencionar, pues no me creerían.”
Podemos entender el espíritu con el que este admirador colonial se embarcó en esta costosa misión, leyendo la siguiente carta que le envió a Spurgeon:
“Habiendo sido conducido por gracia a sentir algo del poder y el amor de Jesús y las bendiciones del glorioso Evangelio, y conociendo las necesidades de la vasta mayoría de nuestra población ampliamente dispersa, y viendo que sus sermones expresan tan plenamente el camino de la salvación, fui inducido a publicarlos en algún periódico de aquí. Siendo El Australiano un periódico deportivo, el gerente parecía indispuesto a ayudar para que yo pudiera poner en práctica mi idea, de tal forma que dio instrucciones que me cobraran la tarifa aplicable a anuncios, por los sermones; pero, reconociendo la importancia del paso, resolví pagar lo que exigía hasta que sus lectores se interesaran en los sermones, y luego pensé que podría obtener mejores términos de costo. Cuando la publicación se hubo prolongado por seis o nueve meses, visité al gerente, que aún entonces no parecía dispuesto a concederme la reducción de precio que yo requería; y, siendo incapaz de convencerle del aprecio que los lectores sentían por los sermones, le sugerí que pidiera que los lectores expresaran su opinión acerca de los mismos. El resultado fue que se recibieron cerca de 400 cartas; y yo le estoy enviando unas muestras de esas cartas para alentar su ánimo.”
La carta continúa y concluye diciendo: “En conclusión, quiero pedirle sus oraciones por mí. Busco crecer en la gracia y en el conocimiento del amor de Dios. También, ore por favor para que esta obra de la publicación de los sermones aquí, pueda prosperar abundantemente.”
Recibir cuatrocientas cartas, era un gran número como respuesta a una invitación hecha por un periódico colonial en aquellos tempranos días, y las respuestas llegaron de todas partes de Australia y de Nueva Zelanda, enviadas por habitantes de aldeas y pueblos, e incluso desde la selva.
En muchos casos, los sermones publicados de manera tan extraña –como anuncios- fueron bendecidos para salvación de las almas, y no parecía ser inusual que la gente de un lejano distrito se reuniera semanalmente para oír la lectura del muy esperado anuncio. Cada una de las cartas es muy alentadora.
En breve publicaremos varias de las cartas recibidas.

martes, 6 de noviembre de 2007

Spurgeon: Sobre Evangelismo

Es algo sumamente maravilloso que mientras para nosotros la luz del Evangelio es tan abundante, sea tan parcialmente distribuida en nuestro país. Cuando he expuesto mi propia esperanza en Cristo, a dos o tres personas en el vagón del tren, he descubierto que estoy diciéndoles a mis oyentes perfectas novedades. He visto la mirada de sorpresa en el rostro de muchos inteligentes británicos, cuando les he explicado la doctrina del sacrificio sustitutivo de Cristo. Me he reunido con personas que han asistido a la iglesia parroquial desde su juventud, pero que ignoraban por completo la simple verdad de la justificación por fe; ay, y algunos que han asistido a iglesias protestantes disidentes, parecerían no haber comprendido la verdad fundamental que ninguno es salvado por sus propias acciones, sino que la salvación es alcanzada por fe en la sangre y la justicia de Jesucristo.
Esta nación está hundida hasta el cuello en la doctrina de la justicia propia, y el protestantismo de Martín Lutero es casi completamente desconocido. La verdad es sostenida por todos aquellos a quienes la gracia de Dios ha llamado, pero la mayoría del mundo que está afuera, todavía habla de hacer lo mejor que puedas, y luego esperar en la misericordia de Dios, y no sé qué más cosas en adición a la confianza legal en uno mismo, mientras que la doctrina principalísima que quien cree en Jesús es salvado por la obra terminada de Jesús, es escarnecida como simple entusiasmo, o es atacada porque conduce al libertinaje.
Proclamen la verdad, proclámenla por todas partes, cuídense que nadie que esté incluido en su radio de influencia permanezca ignorante del Evangelio; yo puedo dar un testimonio personal que la exposición del Evangelio a menudo ha demostrado, en la mano de Dios, ser suficiente para conducir a un alma a la inmediata paz.
Tomado de 'Palabras de Consejo para Obreros Cristianos'. Del Capítulo: Un Joven Convertido y un Obrero Exitoso. Charles Haddon Spurgeon. Pilgrim Publications. Pasadena, Texas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Spurgeon: La Doctrina de la Justificación por Fe

¿Cuál es el significado de justificación? Los teólogos los confundirán, si les preguntan. Voy a hacer mi mejor esfuerzo para explicar la justificación de manera sencilla y simple, para que me entienda inclusive un niño. No hay tal cosa como una justificación que pueda ser obtenida en la tierra por los hombres, excepto de una sola manera. La justificación, ustedes saben, es un término forense; siempre es empleado en un sentido legal. Un prisionero es traído al tribunal de justicia para ser juzgado. Sólo hay una forma en que ese prisionero puede ser justificado; esto es, no debe ser encontrado culpable; y si no es encontrado culpable, entonces es justificado: esto es, se ha demostrado que es un hombre justo. Si ese hombre es encontrado culpable, no puede ser justificado. La Reina puede perdonarlo, pero ella no puede justificarlo. Sus hechos no son justificables, si fuera culpable de ellos; y él no puede ser justificado por ellos. Puede ser perdonado; pero ni la realeza misma podría jamás lavar el carácter de ese hombre. Es tan criminal cuando es perdonado como lo era antes de ser perdonado. No hay ningún medio entre los hombres de justificar a un hombre de una acusación que es levantada en su contra, excepto cuando se demuestra que no es culpable. Ahora, la maravilla de maravillas es que se ha demostrado que somos culpables, y sin embargo somos justificados: se ha leído el veredicto en contra nuestra de: culpables; y sin embargo, a pesar de ello, somos justificados. ¿Podría algún tribunal terrenal hacer eso? No, la redención de Cristo logró eso que es una imposibilidad para cualquier tribunal de la tierra. Todos nosotros somos culpables. Lean el versículo 23 que precede inmediatamente al texto: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." Allí es presentado el veredicto de culpables, y sin embargo inmediatamente después se dice que somos justificados gratuitamente por Su gracia.Ahora, permítanme explicarles cómo justifica Dios al pecador. Voy a suponer un caso imposible. Un prisionero ha sido juzgado y condenado a muerte. Él es un hombre culpable; él no puede ser justificado porque es culpable. Pero ahora, supongan por un momento que pudiera ocurrir algo así: que alguien más pudiera participar, y que pudiera asumir toda la culpa de ese hombre, que pudiera ponerse en su lugar y por algún proceso misterioso, que por supuesto es imposible entre los hombres, se convirtiera en ese hombre; o tomara sobre sí el carácter de ese hombre; él, el hombre justo, pone al rebelde en su lugar, y convierte al rebelde en un hombre justo. Nosotros no podemos hacer eso en nuestras cortes. Si yo me presentara ante un juez, y él decidiera que debe encarcelarme durante un año en vez de un desgraciado que fue condenado ayer a un año de prisión, yo no podría asumir su culpa. Podría sufrir su castigo, pero no podría llevar su culpa. Ahora, lo que la carne y la sangre no pueden hacer, eso hizo Jesucristo mediante Su redención. Aquí estoy yo, el pecador. Yo me refiero a mí mismo como representando a todos ustedes. Estoy condenado a muerte. Dios dice: "Voy a condenar a ese hombre; debo, quiero y lo voy a castigar." Cristo interviene, me hace a un lado, y se pone en mi lugar. Cuando se pide que hable el reo, Cristo dice: "Culpable;" y hace que mi culpa sea suya. Cuando se va a aplicar el castigo, Cristo se presenta. Dice: "castígame a Mí," "he puesto mi justicia en ese hombre, y Yo he tomado sobre Mí los pecados de ese hombre. Padre, castígame a Mí y considera a ese hombre como si fuera Yo. Deja que él reine en el cielo; y que yo sufra sus miserias. Déjame que Yo soporte su maldición, y que él reciba mi bendición." Esta maravillosa doctrina del intercambio de lugares entre Cristo y los pobres pecadores, es una doctrina de revelación, pues no habría podido ser concebida por la naturaleza humana.Permítanme que lo explique de nuevo, no sea que no quedó muy claro. La forma en que Dios salva a un pecador no es, como dicen algunos, ignorando el castigo. No; el castigo ha sido cumplido por completo. Es colocando a otra persona en el lugar del rebelde. El rebelde debe morir; Dios dice que debe morir. Cristo dice: "Yo seré el sustituto del rebelde. El rebelde tomará mi lugar y Yo tomaré el suyo." Dios consiente a esto. Ningún monarca de la tierra tendría poder para dar su consentimiento a un cambio así. Pero el Dios del cielo tenía el derecho de hacer lo que Él quisiera. En su infinita misericordia dio su beneplácito al arreglo. "Hijo de mi amor," dijo, "debes colocarte en el lugar del pecador; debes sufrir lo que correspondía sufrir a él; debes ser considerado culpable, tanto como él fue considerado culpable; y después voy a ver al pecador bajo otra luz. Lo veré como si fuera Cristo; lo aceptaré como si fuera mi unigénito Hijo, lleno de gracia y de verdad. Le daré una corona en el cielo y lo llevaré en Mi corazón por toda la eternidad." Esta es la forma en que somos salvados, "siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." Y ahora proseguimos a explicar algunas de las características de esta justificación. En el momento en que un pecador arrepentido es justificado, recuerden, él es justificado en relación a todos sus pecados. He aquí un hombre plenamente culpable. En el instante en que cree en Cristo, recibe su perdón de inmediato, y sus pecados ya no son más suyos; son arrojados a las profundidades del mar. Fueron puestos sobre los hombros de Cristo y han desaparecido. Ahora es un hombre justo a los ojos de Dios, y acepto en el Amado. "¡Cómo!", dicen, "¿quieres decir eso literalmente?" Así es, en efecto. Esa es la doctrina de la justificación por la fe.
Tomado de: La Justificación por Gracia, Sermón No.126 del Púlpito de la Capilla New Park Street.