sábado, 15 de diciembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta #3
Los remitentes de las cuatrocientas cartas a las que se ha hecho referencia, por supuesto, no eran las únicas personas para quienes los sermones publicados en El Australiano habían servido de bendición. C. H. Spurgeon mismo, en el curso de los años, recibió directamente muchas cartas de contenido similar, y de vez en vez, otros ejemplos de conversión por el mismo instrumento, fueron revelados.
En una carta, un ministro registró un notable caso de conversión. “Yo estaba predicando” -escribió- “en la Capilla Bautista de la Calle Aberdeen, en Geelong, hace unos cuantos años, cuando, al concluir un servicio nocturno, un hombre anciano se acercó al estrado para desearme “buenas noches”. Como era un extraño, le pregunté de dónde venía, y desde hacía cuánto tiempo había conocido al Señor; entonces me contó la historia de su conversión, y la extraña manera por la cual fue conducido al Salvador. Unos cinco años antes de esa noche, mientras cuidaba unas ovejas a algunas millas de distancia de Ballarat, recogió una hoja de un periódico semanal que había volado con el viento sobre las llanuras. Él hojeó unas cuantas frases, y estas lo motivaron a leer más, y luego se encontró leyendo ávidamente un sermón del señor C. H. Spurgeon. ‘Si yo hubiese sabido que era un sermón’, -dijo- ‘antes de comenzar a leerlo, lo habría arrojado lejos’; pero habiendo comenzado el mensaje, quiso ver cómo terminaba. La lectura lo puso a pensar; lo preservó cuidadosamente, y lo leía una y otra vez con profundo interés, hasta que, finalmente, se convirtió en el instrumento que lo condujo a la Cruz. Durante muchos años no había asistido a ningún lugar de adoración, y había sido completamente negligente en cuanto a su alma, hasta que ese sermón fue arrastrado por el viento hasta sus pies.
Ahora, siempre que tiene una oportunidad, asiste a algún servicio bautista; pero este es un raro placer debido a su solitaria vida y a su empleo en la selva. Sin embargo, recibe los sermones semanales, que le alegran y consuelan proveyéndole de alimento espiritual.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Spurgeon y la Traducción de sus Sermones

Una de las principales biografías de Charles Haddon Spurgeon fue escrita y publicada por primera vez en el año de 1894 por un señor llamado Godfrey Holden Pike. Él fue un estrecho colaborador de Spurgeon y, por tanto, conocía muy bien tanto su vida como su obra. Se titula 'La Vida y Obra de Charles Haddon Spurgeon' y está publicada por el Estandarte de la Verdad. La obra está en inglés.
En su capítulo I, en los párrafos iniciales, el señor Pike afirma: "Antes de su muerte había llegado a ser considerado generalmente como un siervo de la Iglesia Universal y un ciudadano del mundo; pero aunque se había ganado el respeto de personas procedentes de todas las nacionalidades, probablemente era el mundo de habla inglesa el único que podía entenderle perfectamente. Los extranjeros que tenían la necesidad de conocerlo a través de una traducción no podían disfrutar plenamente de las mejores cualidades de sus sermones en su vestido (presentación) original."

jueves, 29 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta # 2.
Otra de las cartas recibidas con motivo de la encuesta que hizo el periódico El Australiano para explorar el impacto de los sermones de Spurgeon en el público lector, y ver la posibilidad de bajar las tarifas al anunciante que pagaba un altísimo precio por su publicación es la siguiente:
“Leyendo en El Australiano una petición para que las personas que apoyaran los sermones del señor Spurgeon se comunicaran con usted, yo expongo los siguientes hechos ante su conocimiento. He vivido en la Colonia durante dieciséis años; y durante ese período he asistido a un lugar de adoración como tres veces, y luego, más por accidente que por decisión. Durante mi permanencia en la Colonia, siento decirlo, he contraído el horrible hábito de la ebriedad, agarrando la borrachera durante dos semanas o hasta tres de un tirón. El verano antepasado tuve horrorosas crisis de abstinencia dos veces; y el verano pasado experimenté el delirium tremens. Incapaz de estar sentado, de pararme, de acostarme o de caminar, casualmente tomé una copia de El Australiano, y lo que atrajo mi mirada fue un sermón del señor Spurgeon sobre ‘La Accesibilidad de Jesús’ (el sermón no. 800). Comencé a leerlo; y no había concluido de leerlo cuando tuve que sostener mi mano en mi rostro por pura vergüenza. Cuando lo hube leído todo, me encontré mirando a Cristo para ser liberado de mi horrible carga de pecado; y, para mi asombro, el delirium tremens se desvaneció como un pesado rocío en una mañana de verano. Yo estaba débil como consecuencia de los largos días de borrachera, pero me sentía muy feliz mentalmente; y desde entonces, me alegra decirlo, nunca gocé de tanta paz en mi vida como ahora.”
Muchos años después, cuando el Pastor Thomas Spurgeon (uno de los dos hijos de Spurgeon) se encontraba en Geelong, el autor de esta carta lo visitó y tuvieron una conversación muy interesante, en el transcurso de la cual sacó de su bolsillo un copia rota y descolorida del periódico que contenía el sermón que había sido usado por el Espíritu Santo para su conversión.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Carta #1
Una de las cartas recibidas con motivo de la encuesta que hizo el periódico El Australiano para explorar el impacto de los sermones de Spurgeon en el público lector, y ver la posibilidad de bajar las tarifas al anunciante que pagaba un altísimo precio por su publicación, es la siguiente:
“Señor” –escribió un hombre desde una remota parte de Victoria- “habiendo visto un anuncio recientemente en el encabezado de uno de los sermones publicado semanalmente por El Australiano, solicitando que expresemos nuestra opinión en cuanto a su utilidad, me aventuro respetuosamente a ofrecer en respuesta el siguiente comentario simple y breve. He sido durante los últimos cinco años o tal vez más, uno de esos desafortunados que son comúnmente llamados “vagabundos”. Habiendo viajado durante unos cuantos meses en busca de un empleo, entré a una cantina a la vera del camino, con el objeto de tomar una copa y descansar al menos una hora, puesto que estaba muy cansado. Un periódico estaba colocado sobre el mostrador, que contenía un sermón del señor Spurgeon sobre el texto: “Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo.” Lo leí de principio a fin con creciente interés conforme leía; se adecuaba perfectamente a mi caso. Me despertó a un sentido de mi condición completamente perdida como un pecador del tinte más negro, y, al mismo tiempo, me animó tanto a buscar la misericordia y la paz al pie de la cruz, que no pude resistirme a hacerlo; y humildemente espero no haber buscado en vano. Abandoné la cantina resuelto a no entrar nunca más a ninguna. Desde entonces he gozado de una paz a la que había sido un perfecto extraño. Ahora estudio diariamente la Palabra de Dios y asisto al servicio divino siempre que puedo. Aunque yo era nominalmente un miembro de la Iglesia de Inglaterra, antes de la lectura del sermón al que hago alusión, sólo había asistido una vez a la iglesia desde mi llegada a la Colonia, ahora hace casi siete años. Hasta donde llega mi conocimiento, estos sermones son ampliamente leídos en los distritos alejados; y, en lo que a mí toca, espero con ansias la llegada del periódico semanal –que mi patrono siempre me presta- como el mensajero de gozo y consuelo para mí; y pido a Dios que sea lo mismo para cientos de otras personas también. Sólo quiero pedir, en conclusión, que le dé la expresión de mi agradecimiento humilde y sentido al amigo que paga para la publicación de los ‘anuncios’ que contienen los sermones del señor Spurgeon.”

sábado, 17 de noviembre de 2007

Los Sermones de Spurgeon en Australia

Registrar aunque sólo fuera una fracción de los memorables incidentes que han ocurrido en conexión con la publicación de los sermones de Spurgeon y mencionar aunque sólo fueran unos cuantos de los hombres prominentes que los han encontrado de utilidad y bendición para ellos mismos, ocuparía mucho más espacio del que se podría destinar en el blog. Pero podemos dar algunos ejemplos típicos.
Tal vez una de las características más notables de la temprana circulación de los sermones fue la forma en la que llegaron a ser conocidos por la generalidad del público en Australia.
Un caballero cristiano que vivía en esa colonia, sintiendo la necesidad de enviar el Evangelio a los distritos más remotos de tal manera que fuera leído, obtuvo el permiso de Charles Haddon Spurgeon para insertar algunos de sus sermones, en la forma de anuncios al público, en periódicos australianos. Este era un curso de acción que, como dijo el propio predicador, necesitaba que el ‘anunciante’ “gastara semana a semana una suma que difícilmente me atrevería a mencionar, pues no me creerían.”
Podemos entender el espíritu con el que este admirador colonial se embarcó en esta costosa misión, leyendo la siguiente carta que le envió a Spurgeon:
“Habiendo sido conducido por gracia a sentir algo del poder y el amor de Jesús y las bendiciones del glorioso Evangelio, y conociendo las necesidades de la vasta mayoría de nuestra población ampliamente dispersa, y viendo que sus sermones expresan tan plenamente el camino de la salvación, fui inducido a publicarlos en algún periódico de aquí. Siendo El Australiano un periódico deportivo, el gerente parecía indispuesto a ayudar para que yo pudiera poner en práctica mi idea, de tal forma que dio instrucciones que me cobraran la tarifa aplicable a anuncios, por los sermones; pero, reconociendo la importancia del paso, resolví pagar lo que exigía hasta que sus lectores se interesaran en los sermones, y luego pensé que podría obtener mejores términos de costo. Cuando la publicación se hubo prolongado por seis o nueve meses, visité al gerente, que aún entonces no parecía dispuesto a concederme la reducción de precio que yo requería; y, siendo incapaz de convencerle del aprecio que los lectores sentían por los sermones, le sugerí que pidiera que los lectores expresaran su opinión acerca de los mismos. El resultado fue que se recibieron cerca de 400 cartas; y yo le estoy enviando unas muestras de esas cartas para alentar su ánimo.”
La carta continúa y concluye diciendo: “En conclusión, quiero pedirle sus oraciones por mí. Busco crecer en la gracia y en el conocimiento del amor de Dios. También, ore por favor para que esta obra de la publicación de los sermones aquí, pueda prosperar abundantemente.”
Recibir cuatrocientas cartas, era un gran número como respuesta a una invitación hecha por un periódico colonial en aquellos tempranos días, y las respuestas llegaron de todas partes de Australia y de Nueva Zelanda, enviadas por habitantes de aldeas y pueblos, e incluso desde la selva.
En muchos casos, los sermones publicados de manera tan extraña –como anuncios- fueron bendecidos para salvación de las almas, y no parecía ser inusual que la gente de un lejano distrito se reuniera semanalmente para oír la lectura del muy esperado anuncio. Cada una de las cartas es muy alentadora.
En breve publicaremos varias de las cartas recibidas.

martes, 6 de noviembre de 2007

Spurgeon: Sobre Evangelismo

Es algo sumamente maravilloso que mientras para nosotros la luz del Evangelio es tan abundante, sea tan parcialmente distribuida en nuestro país. Cuando he expuesto mi propia esperanza en Cristo, a dos o tres personas en el vagón del tren, he descubierto que estoy diciéndoles a mis oyentes perfectas novedades. He visto la mirada de sorpresa en el rostro de muchos inteligentes británicos, cuando les he explicado la doctrina del sacrificio sustitutivo de Cristo. Me he reunido con personas que han asistido a la iglesia parroquial desde su juventud, pero que ignoraban por completo la simple verdad de la justificación por fe; ay, y algunos que han asistido a iglesias protestantes disidentes, parecerían no haber comprendido la verdad fundamental que ninguno es salvado por sus propias acciones, sino que la salvación es alcanzada por fe en la sangre y la justicia de Jesucristo.
Esta nación está hundida hasta el cuello en la doctrina de la justicia propia, y el protestantismo de Martín Lutero es casi completamente desconocido. La verdad es sostenida por todos aquellos a quienes la gracia de Dios ha llamado, pero la mayoría del mundo que está afuera, todavía habla de hacer lo mejor que puedas, y luego esperar en la misericordia de Dios, y no sé qué más cosas en adición a la confianza legal en uno mismo, mientras que la doctrina principalísima que quien cree en Jesús es salvado por la obra terminada de Jesús, es escarnecida como simple entusiasmo, o es atacada porque conduce al libertinaje.
Proclamen la verdad, proclámenla por todas partes, cuídense que nadie que esté incluido en su radio de influencia permanezca ignorante del Evangelio; yo puedo dar un testimonio personal que la exposición del Evangelio a menudo ha demostrado, en la mano de Dios, ser suficiente para conducir a un alma a la inmediata paz.
Tomado de 'Palabras de Consejo para Obreros Cristianos'. Del Capítulo: Un Joven Convertido y un Obrero Exitoso. Charles Haddon Spurgeon. Pilgrim Publications. Pasadena, Texas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Spurgeon: La Doctrina de la Justificación por Fe

¿Cuál es el significado de justificación? Los teólogos los confundirán, si les preguntan. Voy a hacer mi mejor esfuerzo para explicar la justificación de manera sencilla y simple, para que me entienda inclusive un niño. No hay tal cosa como una justificación que pueda ser obtenida en la tierra por los hombres, excepto de una sola manera. La justificación, ustedes saben, es un término forense; siempre es empleado en un sentido legal. Un prisionero es traído al tribunal de justicia para ser juzgado. Sólo hay una forma en que ese prisionero puede ser justificado; esto es, no debe ser encontrado culpable; y si no es encontrado culpable, entonces es justificado: esto es, se ha demostrado que es un hombre justo. Si ese hombre es encontrado culpable, no puede ser justificado. La Reina puede perdonarlo, pero ella no puede justificarlo. Sus hechos no son justificables, si fuera culpable de ellos; y él no puede ser justificado por ellos. Puede ser perdonado; pero ni la realeza misma podría jamás lavar el carácter de ese hombre. Es tan criminal cuando es perdonado como lo era antes de ser perdonado. No hay ningún medio entre los hombres de justificar a un hombre de una acusación que es levantada en su contra, excepto cuando se demuestra que no es culpable. Ahora, la maravilla de maravillas es que se ha demostrado que somos culpables, y sin embargo somos justificados: se ha leído el veredicto en contra nuestra de: culpables; y sin embargo, a pesar de ello, somos justificados. ¿Podría algún tribunal terrenal hacer eso? No, la redención de Cristo logró eso que es una imposibilidad para cualquier tribunal de la tierra. Todos nosotros somos culpables. Lean el versículo 23 que precede inmediatamente al texto: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." Allí es presentado el veredicto de culpables, y sin embargo inmediatamente después se dice que somos justificados gratuitamente por Su gracia.Ahora, permítanme explicarles cómo justifica Dios al pecador. Voy a suponer un caso imposible. Un prisionero ha sido juzgado y condenado a muerte. Él es un hombre culpable; él no puede ser justificado porque es culpable. Pero ahora, supongan por un momento que pudiera ocurrir algo así: que alguien más pudiera participar, y que pudiera asumir toda la culpa de ese hombre, que pudiera ponerse en su lugar y por algún proceso misterioso, que por supuesto es imposible entre los hombres, se convirtiera en ese hombre; o tomara sobre sí el carácter de ese hombre; él, el hombre justo, pone al rebelde en su lugar, y convierte al rebelde en un hombre justo. Nosotros no podemos hacer eso en nuestras cortes. Si yo me presentara ante un juez, y él decidiera que debe encarcelarme durante un año en vez de un desgraciado que fue condenado ayer a un año de prisión, yo no podría asumir su culpa. Podría sufrir su castigo, pero no podría llevar su culpa. Ahora, lo que la carne y la sangre no pueden hacer, eso hizo Jesucristo mediante Su redención. Aquí estoy yo, el pecador. Yo me refiero a mí mismo como representando a todos ustedes. Estoy condenado a muerte. Dios dice: "Voy a condenar a ese hombre; debo, quiero y lo voy a castigar." Cristo interviene, me hace a un lado, y se pone en mi lugar. Cuando se pide que hable el reo, Cristo dice: "Culpable;" y hace que mi culpa sea suya. Cuando se va a aplicar el castigo, Cristo se presenta. Dice: "castígame a Mí," "he puesto mi justicia en ese hombre, y Yo he tomado sobre Mí los pecados de ese hombre. Padre, castígame a Mí y considera a ese hombre como si fuera Yo. Deja que él reine en el cielo; y que yo sufra sus miserias. Déjame que Yo soporte su maldición, y que él reciba mi bendición." Esta maravillosa doctrina del intercambio de lugares entre Cristo y los pobres pecadores, es una doctrina de revelación, pues no habría podido ser concebida por la naturaleza humana.Permítanme que lo explique de nuevo, no sea que no quedó muy claro. La forma en que Dios salva a un pecador no es, como dicen algunos, ignorando el castigo. No; el castigo ha sido cumplido por completo. Es colocando a otra persona en el lugar del rebelde. El rebelde debe morir; Dios dice que debe morir. Cristo dice: "Yo seré el sustituto del rebelde. El rebelde tomará mi lugar y Yo tomaré el suyo." Dios consiente a esto. Ningún monarca de la tierra tendría poder para dar su consentimiento a un cambio así. Pero el Dios del cielo tenía el derecho de hacer lo que Él quisiera. En su infinita misericordia dio su beneplácito al arreglo. "Hijo de mi amor," dijo, "debes colocarte en el lugar del pecador; debes sufrir lo que correspondía sufrir a él; debes ser considerado culpable, tanto como él fue considerado culpable; y después voy a ver al pecador bajo otra luz. Lo veré como si fuera Cristo; lo aceptaré como si fuera mi unigénito Hijo, lleno de gracia y de verdad. Le daré una corona en el cielo y lo llevaré en Mi corazón por toda la eternidad." Esta es la forma en que somos salvados, "siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." Y ahora proseguimos a explicar algunas de las características de esta justificación. En el momento en que un pecador arrepentido es justificado, recuerden, él es justificado en relación a todos sus pecados. He aquí un hombre plenamente culpable. En el instante en que cree en Cristo, recibe su perdón de inmediato, y sus pecados ya no son más suyos; son arrojados a las profundidades del mar. Fueron puestos sobre los hombros de Cristo y han desaparecido. Ahora es un hombre justo a los ojos de Dios, y acepto en el Amado. "¡Cómo!", dicen, "¿quieres decir eso literalmente?" Así es, en efecto. Esa es la doctrina de la justificación por la fe.
Tomado de: La Justificación por Gracia, Sermón No.126 del Púlpito de la Capilla New Park Street.

martes, 30 de octubre de 2007

Spurgeon: Las Transigencias de Nuestra Época.

Esta es la manera de ver las cosas en nuestros días. Necesitamos una forma más efectiva de resolver las cosas. Esperar hasta que la gente sea nacida de nuevo, y se vuelva seguidora de Cristo, es un largo proceso: debemos abolir la separación entre los regenerados y los no regenerados. Vengan a la iglesia, todos ustedes, convertidos e inconversos. Ustedes tienen buenos deseos y buenas resoluciones, eso bastará: no se preocupen por otra cosa. Es cierto que no creen en el Evangelio, pero nosotros tampoco creemos. Ustedes creen una cosa u otra. Vengan, y si no creen en nada, no importa; su “duda honesta” es más que la fe.

“Pero” – dirás- “nadie habla así”. Posiblemente no usen las mismas palabras, pero este es el significado real de la religión del presente día; esta es la tendencia de los tiempos. Yo puedo justificar la más categórica declaración que estoy haciendo, por la acción o por el lenguaje de ciertos ministros, que están traicionando arteramente a nuestra santa religión bajo la pretensión de adaptarla a esta era progresiva.

El nuevo plan es asimilar la iglesia al mundo, y de esta manera incluir un área más extensa dentro de sus límites. Mediante actuaciones semidramáticas hacen que las casas de oración se asemejen a un teatro; convierten sus servicios en exhibiciones musicales, y sus sermones los vuelven arengas políticas o ensayos filosóficos; de hecho, convierten al templo en teatro, y a los ministros de Dios los vuelven actores, cuyo oficio es divertir a los hombres.
Tomado del sermón No.2047, Vol. 34, del Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, titulado: Sin Transigencias

viernes, 19 de octubre de 2007

Spurgeon: Una Importante Reflexión

“Sino que te castigaré con justicia.” Jeremías 30: 11.
Ser dejado sin corrección sería un signo fatal: demostraría que el Señor habría dicho: “Es dado a ídolos; déjalo.” ¡Que Dios nos conceda que esa no sea nunca nuestra porción! La prosperidad ininterrumpida es algo que debe causarnos miedo y temblor. Dios reprende y disciplina a todos aquellos a quienes ama tiernamente, pero permite que aquellos por los que no tiene estima se engorden sin temor, como novillos destinados al matadero. Es en amor que nuestro Padre celestial usa la vara para con Sus hijos.
Sin embargo, es preciso ver que la corrección es “con justicia”: Él nos da amor sin medida, pero el castigo es “con justicia.” Igual que bajo la antigua ley ningún israelita podía recibir más de “cuarenta azotes menos uno”, lo que garantizaba un conteo cuidadoso y un sufrimiento limitado, así sucede con cada miembro afligido de la casa de la fe: cada golpe es contado. Nuestro castigo es regulado según la medida de la sabiduría, de la simpatía y del amor. Lejos esté de nosotros rebelarnos contra esas estipulaciones tan divinas. Señor, si Tú estás a mi lado para medir las amargas gotas para mi copa, me corresponde tomarla alegremente de Tu mano, y beberla de acuerdo a tus instrucciones, diciendo: “Hágase tu voluntad.”
La Chequera del Banco de la Fe. Reflexión para el 19 de Octubre.

jueves, 18 de octubre de 2007

Spurgeon y la Prosperidad

Cuando Dios les cambie su prueba, estén muy satisfechos que les sea cambiada. Puedes anticipar, cristiano, que tu prueba te será cambiada: en verdad, debes contar con que así sea. Quiero decir, que si hoy tu navegación es calmada, aunque ayer las olas se alzaban como montañas, sólo se trata de un cambio de pruebas; ahora eres probado por la prosperidad, que puede llegar a ser una prueba más severa para ti que la adversidad.
Mara; o, Las Aguas Amargas Endulzadas. El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano.

sábado, 13 de octubre de 2007

Spurgeon y la Salvación de las Almas

'Yo le pido a cada obrero de esta iglesia que se preocupe por esto, que nunca deje de disparar a este blanco, y además al propio centro del blanco, es decir, ganar almas para Cristo, y verlas nacer a Dios, y verlas lavadas en la fuente repleta de sangre. Los corazones de los obreros deben sentir dolor, y deben anhelar vehementemente, y deben clamar con sus voces hasta quedarse roncos, y han de juzgar que no han hecho absolutamente nada, hasta que, por lo menos en algunos casos, los hombres sean realmente salvos."
El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano No. 1507, 1879. 'Ganar Almas Debe Ser Nuestra Única Ocupación Importante'.

viernes, 5 de octubre de 2007

Spurgeon: La Desaparición de los Dones Milagrosos

El testimonio de tantos destacados predicadores, teólogos y comentaristas en la historia de la iglesia referente a la desaparición de los dones milagrosos de la era apostólica, es un factor de considerable importancia, especialmente en la medida que entre ellos hubo hombres que fueron usados poderosamente por el Espíritu Santo para despertar continentes enteros a la fe en Cristo, hombres que de ninguna manera podrían ser acusados de contristar al Espíritu Santo.

Charles Haddon Spurgeon testifica en multitud de sermones en favor de este punto de vista. Los apóstoles –predicaba Spurgeon- eran “hombres que fueron escogidos como testigos porque habían visto personalmente al Salvador, un oficio necesariamente destinado a la extinción, por lo demás muy razonablemente, porque el poder de hacer milagros fue también retirado”. (Púlpito del Tabernáculo Metropolitano 1871, Vol. 17, 178). Y también: “Aunque no podemos esperar y no necesitamos desear los milagros que acompañaron el don del Espíritu Santo, en tanto que físicos, sin embargo, podemos desear y esperar lo que se pretendía y era simbolizado por ellos, y podemos contar con que veremos portentos espirituales semejantes realizados entre nosotros en este día.” (Púlpito del Tabernáculo Metropolitano 1881, Vol. 27, 521). También, “aquellas obras del Espíritu Santo que son concedidas en nuestra época a la Iglesia de Dios, son en todo sentido tan valiosas como los dones milagrosos iniciales que ya no están con nosotros. La obra del Espíritu Santo, por medio de la cual los hombres son resucitados de su muerte en el pecado, no es inferior al poder que llevó a los hombres a hablar en lenguas”. (Púlpito del Tabernáculo Metropolitano 1884, Vol. 30, 386 y siguientes).

Tomado de Signs of the Apostles: Observations on Pentecostalism Old and New. Walter J. Chantry. The Banner of Truth Trust. Las Señales de los Apóstoles: Observaciones sobre el Pentecostalismo Antiguo y Moderno. Walter J. Chantry
Traducción de Allan Román.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Spurgeon: 'Evangelista'

Una publicación londinense llamada Christian Commonwealth resumió la personalidad de Spurgeon por medio de un escritor de apellido Lorimer:
"La voz era la de Crisóstomo, el ardor era el de Wesley, la unción era la de Savonarola, la doctrina era la de Bunyan, el talento era el de Thomas Adams, la originalidad era la de Christmas Evans, el fervor era el de John Howe, el denuedo era el de Calvino, la simplicidad era la de Whitefield y la pasión era la de Toplady. Sí, es el carácter multifacético de la predicación de Spurgeon lo que explica su encanto infinito. En esto difería de todos los demás predicadores."

El eficaz ministerio de predicación de Spurgeon será siempre considerado como sin paralelo en el siglo diecinueve. Spurgeon sirvió a su iglesia como un pastor/predicador, a su ciudad como un ardiente reformador social, y, tal vez, por encima de todo, al mundo en general como un eficaz evangelista. Spurgeon puede ser llamado correctamente en las palabras de Bunyan: "una persona grandiosa y honorable, su nombre es. . . Evangelista." Así, para poder analizar a Spurgeon como un predicador, parece obligado ver en él a un proclamador del Evangelio.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Spurgeon: ¿Cómo tiene que articularse la fe?

"A los hombres no les gusta predicar siempre lo mismo. Hay atenienses en los púlpitos y en las bancas de las iglesias, que no hacen otra cosa sino escuchar algo nuevo. No se contentan con decir repetidamente, una y otra vez, este simple mensaje: "El que cree en el Señor Jesucristo tiene vida eterna." Así que toman prestadas ciertas novedades de la literatura y maquillan la Palabra de Dios con palabras enseñadas por la sabiduría humana. Envuelven en misterio la doctrina de la expiación. La reconciliación por medio de la sangre preciosa de Jesús deja de ser la piedra angular de su ministerio. Su propósito principal es adaptar el Evangelio a los deseos enfermizos y a los gustos de los hombres, por encima de cualquier intención de reformar la mente y renovar el corazón de los hombres, para que puedan recibir el Evangelio tal como es. No podemos decir adónde van a parar los que dejan de seguir al Señor con un corazón verdadero e íntegro, descendiendo desde una profundidad a otra mayor, hasta que son recibidos por la negrura de la oscuridad, a menos que la gracia lo impida.
Tomado del sermón La Vieja, Vieja Historia.

jueves, 23 de agosto de 2007

Spurgeon: La Doctrina de la Expiación

Ahora, queremos repetir nuevamente ante ustedes esa importantísima doctrina que reconocemos como la piedra angular del sistema evangélico, la mismísima piedra angular del Evangelio, esa importantísima doctrina de la expiación de Cristo, y luego, sin intentar justificarla -pues eso hemos hecho cientos de veces-, sacaremos enseñanzas prácticas de esa verdad que ciertamente sigue siendo válida entre nosotros. Como el hombre pecó, la justicia de Dios requería que se aplicara el castigo. Dios había dicho: "El alma que pecare morirá"; y a menos que Dios pudiera equivocarse, el pecador debe morir. Más aún, la santidad de Dios lo requería, pues el castigo estaba basado en la justicia. Era justo que el pecador muriera. Dios no había aplicado una pena más severa que la que debía aplicar. El castigo es el resultado justo de la ofensa. Por tanto, hay dos alternativas: o Dios deja de ser santo o el pecador debe ser castigado. La verdad y la santidad imperiosamente requerían que Dios levantara Su mano y golpeara al hombre que había quebrantado Su ley y ofendido su majestad. Sin embargo, Cristo Jesús, el segundo Adán, la cabeza federal de los elegidos, se interpuso como mediador. Se ofreció para sufrir el castigo que los pecadores debían sufrir; se comprometió a cumplir y honrar la ley que ellos habían quebrantado y deshonrado. Se ofreció para ser el árbitro, la fianza, el sustituto, tomando el lugar, el puesto y la condición de los pecadores. Cristo se convirtió en el vicario de Su pueblo al sufrir de manera vicaria en lugar de ellos; cumpliendo de forma vicaria lo que ellos no tenían la fortaleza de cumplir por la debilidad de la carne a consecuencia de la caída. Lo que Cristo se comprometió a hacer, fue aceptado por Dios.A su tiempo Cristo realmente murió y llevó a cabo lo que había prometido hacer. Asumió cada pecado de Su pueblo y sufrió cada golpe de la vara a causa de esos pecados. Sorbió en un solo horrible trago todo el castigo de los pecados de todos los elegidos. Tomó la copa, la puso en sus labios, sudó como gruesas gotas de sangre cuando dio el primer sorbo de esa copa, pero no desistió, sino que siguió bebiendo y bebiendo y bebiendo hasta la última gota, y volteando la copa hacia abajo, dijo: "¡Consumado es!", y en un solo sorbo de amor, el Señor Dios de la salvación había borrado completamente la destrucción. No quedó ni un solo vestigio, ni siquiera el menor residuo; Él sufrió todo lo que se debió haber sufrido; terminó con la transgresión y puso un fin al pecado. Más aún, Él obedeció la ley del Padre en todos sus alcances; Él cumplió esa voluntad sobre la cual había dicho desde tiempos antiguos: "Anhelo tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia."
El Púlpito del Tabernácul Metropolitano, Sermón 446, La Vieja, Vieja Historia.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Spurgeon y la Capilla de New Park Street

La Capilla Bautista de New Park Street gozaba de una fascinante historia. En el momento en que el diácono Olney se quejaba con Gould que no tenían pastor en 1853, ya tenía unos doscientos años de ministerio. Nos tenemos que remontar al año 1650, 30 años después que los peregrinos viajaron a América, y más o menos por el tiempo en que el Parlamento acababa de prohibir las reuniones de los grupos bautistas, en el año de 1645. Sus raíces comenzaron en una congregación que se tuvo que enfrentar a una constante persecución, y que se reunía clandestinamente en una casa en Kennington que pertenecía a la Viuda Colfe. El grupo creció rápidamente con su primer pastor, William Rider, quien aparentemente murió por causa de la plaga de Londres en el año de 1665. Casi nada se conoce de su ministerio.
Luego, en la línea sucesoria, vino Benjamin Keach, sastre de profesión, pastor de 1668 a 1704, sirvió durante 36 años, famoso por sus libros que todavía tienen demanda, que explican los milagros, las parábolas y las metáforas de la Biblia. Un prominente líder entre los Bautistas, fue pastor de la iglesia en medio de mucha persecución, y construyó su primera capilla cerca de Tower Bridge, (el Puente de la Torre de Londres), tan pronto como los bautistas recuperaron la libertad de congregarse, en el año de 1688.
A continuación siguió Benjamin Stinton, pastor de 1704 a 1718, sirvió durante 14 años, quien era yerno de Keach. De él comentó Spurgeon: ‘él será recordado por su celosa participación en movimientos tendientes al bien general: en las áreas religiosa, social y educativa.'
Luego vino John Gill, pastor de 1720 a 1771, es decir, sirvió durante 51 años, cuyos comentarios sobre la Biblia también permanecen siendo publicados al día de hoy. Gill fue uno de los eruditos bíblicos más grandes de su tiempo. Durante su ministerio la iglesia apoyó fuertemente la predicación de George Whitefield en una iglesia cercana, en Kennington Common. Allí, en el año de 1739, los primeros sermones del Gran Avivamiento llevaron a miles de personas a la experiencia del nuevo nacimiento.
Después del doctor Gill vino el doctor John Rippon, pastor de 1773 a 1836, es decir, sirvió 63 años, formando una iglesia tan grande que llegó a ser la congregación bautista más grande de Inglaterra. En 1830 le correspondió a Rippon la construcción de una casa de oración que se conoció como la Capilla de New Park Street. Parece extraño que una congregación que era muy próspera construyera un nuevo edificio en tan desagradable lugar para ahorrar unas cuantas libras esterlinas, pero lo hicieron así. No podía haber una peor ubicación. Un antiguo pastor había dicho de la ubicación de la iglesia: “Nunca he explorado una región más sucia, desagradable y repelente que esa donde la capilla está situada. Es una calle estrecha, y sombría, rodeada de casas pequeñas y sucias.” Spurgeon mismo comentó que “la región parecía más apropiada para el negocio de colar sebo que para una capilla . . . Si se hubieran dedicado 30 años para buscar algo con la intención de enterrar viva a una iglesia, no habrían tenido más éxito.” También dijo que le recordaba el “hoyo negro de Calcuta.”
Le siguió en el pastorado Joseph Angus, que fue pastor de 1837 a 1839, dos años, con mucho éxito de conversiones. Dejó su puesto porque fue invitado a ocupar un alto cargo en la Sociedad Misionera Bautista. Posteriormente se convirtió en Rector de Stepney College. Fue autor de varios libros, y perteneció a un comité de revisión de la traducción del Nuevo Testamento.
El siguiente ministro fue James Smith, que fue pastor de 1841 a 1850, es decir, sirvió ocho años y medio. Su ministerio fue muy bendecido con la conversión de muchos pecadores. A su muerte, el mejor tributo que pudieron rendirle fue el comentario: “el suyo fue un ministerio de conversiones.”
Cuando se fue Smith, le siguió en el cargo William Walters, que fue pastor de 1851 a 1853, dos años. Los diáconos le indicaron que su ministerio no era aceptable, y entonces presentó su renuncia.
Estos breves pastorados, en un tiempo muy corto, no ayudaron a la iglesia a recuperar su antigua gloria. La situación era tal que en un edificio con una capacidad para 1,200 personas sentadas, un simple puñado de adoradores se reunía para el servicio dominical. Tal era la escena cuando Spurgeon vino a predicar el domingo 18 de Diciembre de 1853, según comentó él mismo, “a una congregación mucho más pequeña que la que se congregaba en Waterbeach.” Había sido el ministro de esa congregación con mucho éxito durante dos años.
Ese día predicó en la mañana sobre Santiago 1: 17, y su sermón se tituló “El Padre de las Luces.” No había preparado un sermón especial, para impresionar. Tenía la determinación de predicar exactamente como predicaba en Waterbeach. No podía ser acusado de pretender. Quería que los londinenses lo vieran tal como era. No improvisó el sermón. Escribió una parte de él. Predicó de una manera dramáticamente diferente. Su estilo era extemporáneo. El estilo de predicación aceptado y aceptable a mediados del siglo 19 en Inglaterra se centraba en la preparación de un manuscrito completo y de estilo literario, y lo leían enfatizando cuidadosamente las palabras escogidas de manera pedante y meticulosa. Muchos de los sermones eran unas extraordinarias obras literarias, pero sin un mensaje bíblico profundo y práctico. Toda la intención parecía ser la predicación de un sermón elocuente y pesado que atrajera la atención hacia la habilidad de escribir y la erudición del predicador, más bien que en el mensaje mismo. Desde el siglo dieciocho, la predicación en la mayoría de las iglesias británicas tenía una formalidad casi gótica. Esta verbosidad estirada no se limitaba a la Iglesia de Inglaterra; los no-conformistas los imitaban. Los únicos que representaban una excepción eran los metodistas primitivos. La mayoría de los pastores tradicionales tenían una apariencia sobrecogedora, aislada e inalcanzable. Spurgeon representaba una bocanada de aire fresco en esta atmósfera pesada, casi opresiva de la predicación. Debido a que era algo diferente, libre y comunicativa, la predicación de Spurgeon motivaba a la gente con su mensaje. En el púlpito, voló como un águila que había estado cautiva y había sido puesta en libertad. Un mensaje ardía en su corazón, y por encima de todo, quería comunicarlo eficazmente a la gente. Las iglesias necesitaban grandemente este espíritu libre, y este enfoque renovado. El viejo estilo altisonante había atontado a las iglesias.
Cuando Charles subió las gradas del púlpito de la iglesia de New Park Street esa mañana del dieciocho de Diciembre de 1853, con miras a convertirse en el noveno pastor de la iglesia, la congregación no sabía qué pensar. Allí estaba frente a ellos un niño, con una cara redonda que lo hacía parecer todavía más joven que los diecinueve años. No era alto y era rollizo, como los holandeses, y tenía una gran cabeza. Sus dientes eran salidos y no eran parejos. Conforme se metía en su mensaje, sacaba su pañuelos de color azul de lunares blancos, y lo sacudía de un lado a otro, luciendo una figura un poco cómica. ¡Pero cómo predicaba! Con vigor entusiasta y verdadero poder espiritual, tuvo una gran influencia en la gente. Spurgeon estaba consciente que tenía que predicar con el corazón, si habría de generarse algún bien. La gente estaba sentada en mitad de sus asientos, antes de que Charles hubiera llegado a la mitad del sermón. Nunca habían oído una predicación tan poderosa. Su punzante y coloquial vocabulario anglosajón tenía arrobada a la gente. No a mucha gente le gustaba ese lenguaje, pero Spurgeon estaba estableciendo una transición del estilo de oratoria latinizante, de mucho ornato, en boga desde Samuel Johnson, al estilo comunicativo y natural anglosajón. Spurgeon habría estado de acuerdo de todo corazón con lo que dijo muchos años después Sir Winston Churchill: “no hay nada más noble que una frase en lenguaje anglosajón.”
En el servicio matutino no habrían más de 80 personas, en una iglesia con una capacidad de 1200 asientos. Terminó el servicio y la gente salió gozosa. En la tarde se corrió la voz por el sur de la ciudad de Londres invitando a los amigos para el servicio vespertino. Decían: “¡debes venir a la Calle New Park Street para oír al jovencito venido de Waterbeach!” Un gran número de personas se congregó por la tarde. La señora Unity Olney, esposa de Thomas Olney, el diácono que había invitado a Spurgeon, sufría de invalidez y permanecía confinada en su hogar la mayoría del tiempo. Su esposo, el diácono, se decidió a llevarla a la iglesia esa noche. Después de oír a Charles simplemente dijo: “¡Él lo logrará! ¡Él lo logrará!” Expresó lo que todos habían sentido virtualmente. La gente quedó tan impresionada con la predicación nocturna, que no querían abandonar el edificio hasta que los diáconos les aseguraran que harían todo lo posible para convencer a Spurgeon para que regresara. Charles estuvo de acuerdo en regresar. El día terminó de una manera muy diferente de como había comenzado.
El Llamado al Pastorado
Hasta ese momento ningún predicador había sido invitado a regresar una segunda vez a la Capilla de New Park Street, pero los diáconos invitaron a Charles para que predicara el 1, el 8, y el 29 de Enero de 1854. Habiendo sido recibido tan entusiastamente, el 29 de Enero los diáconos propusieron a Spurgeon que predicara por un período de seis meses, con miras a quedarse como pastor permanente. Pero Charles no estaba muy convencido, por su falta de preparación. Pero cuando les comentó eso a los diáconos, ellos le respondieron: “eso es para nosotros una recomendación muy especial, pues no tendrías tanta unción ni sabor, si tuvieras esa preparación.” También le hacía dudar su congregación de Waterbeach, su pequeño “Huerto del Edén.” La perspectiva de vivir en Londres tampoco era muy atractiva para Charles. La criminalidad era tremenda. Cien mil niños no podían asistir a la escuela. La epidemia del cólera con frecuencia arrasaba la ciudad. Las condiciones de los barrios bajos eran deplorables. El novelista Charles Dickens no exageró la condiciones de la ciudad en las descripciones que hizo en su bien conocida novela Oliver Twist. Y la parte sur de la ciudad, donde estaba situada la Capilla New Park Street era una de las partes más pobres de la ciudad.
Pero el llamamiento que se le hizo a Charles sólo contó con cinco votos en contra, de una membresía de unas trescientas personas. Charles comentó: “me sorprende mucho que ese número no haya sido mayor.” En una carta a su padre escribió: “estaban tan hambrientos (los miembros de la iglesia), que un bocado del Evangelio fue un banquete para ellos. Muchos de ellos comentaron que Rippon había regresado.” Todo eso lo conmovió, y comenzó a atraerlo a Londres. “Dios así lo quiere,” dijo.
Pero el período de prueba ni siquiera llegó a los tres meses. Una petición a los diáconos fue firmada por 50 miembros de la congregación para que se convocara a una reunión, para invitar a Spurgeon a que aceptara el cargo permanente de pastor. Así que el 19 de Abril de 1854, dos meses antes de que cumpliera los veinte años de edad, la iglesia se reunió para pedirle que aceptara de inmediato el cargo.
El 2 de Marzo de 1854 le escribió a un tío: “ya te has enterado que ahora soy londinense, y que me he convertido en algo así como una celebridad. Ninguna universidad me habría brindado una situación superior. Nuestra capilla es uno de los pináculos de esta denominación.” Los diáconos le cambiaron su forma de vestir. La reacción de los miembros de las iglesias bautistas de Londres fue inicialmente muy fría. Ni siquiera escribían bien su nombre, cuando se referían a él por escrito. En una de las primeras reuniones grupales de las iglesias bautistas, un líder oró por Charles, y pidió a Dios que bendijera a “nuestro joven amigo que tiene tanto que aprender, y tanto que desaprender.” Sin embargo, desde los primeros meses, algunos percibieron el genio del joven predicador. El señor James Sheridan Knowles, un dramaturgo irlandés, actor, y doctor, había gozado de mucho éxito en la escena dramática. Posteriormente se convirtió y fue bautizado. Dejó el teatro y se dedicó al ministerio bautista, como tutor del Stepney College, la institución a la que hubiera asistido Spurgeon. Knowles había sido descrito como “posiblemente el mejor de los dramaturgos trágicos” de su día. En Mayo de 1854, Knowles visitó la iglesia de New Park Street. Cuando regresó a Stepney College le preguntó a la clase: “muchachos, ¿han escuchado al jovencito de Cambridge?” Por supuesto que ninguno de ellos lo había oído todavía. Knowles continuó:
“Vayan y escúchenlo tan pronto puedan. Su nombre es Charles Spurgeon. Es solamente un muchacho, pero es el predicador más maravilloso del mundo. Su oratoria es absolutamente perfecta; y, además de eso, domina el arte de la actuación. No tiene nada que aprender de mí ni de nadie más. Es simplemente perfecto. Lo sabe todo. Puede hacer lo que quiera. Si yo siguiera a cargo del Teatro Drury Lane, le ofrecería una fortuna para que actuara una temporada en las tablas de ese teatro. Vamos, muchachos, él puede hacer lo que quiera con su audiencia; puede hacerlos reír y llorar y reír de nuevo en cinco minutos. Su poder es sin igual. Ahora, fíjense bien en lo que les digo, ese jovencito se convertirá en uno de los más grandes predicadores de esta época o de cualquier otra. Llevará más almas a Cristo que ningún otro hombre que haya proclamado jamás el Evangelio, sin excluir al apóstol Pablo. Su nombre será conocido por doquier, y sus sermones serán traducidos a muchas lenguas del mundo.
A pesar de todos estos elogios, Spurgeon no siempre convencía a todo el mundo. Recibía también muchas críticas. Un viento nuevo comenzó a soplar a todo lo largo de Southwark, disipando la vieja niebla londinense del desánimo espiritual y de las dudas. “El último de los puritanos” comenzaba a manifestarse, y toda Inglaterra pronto comenzó a fijar sus ojos en él. Alguien comentó: “había mucho del viejo profeta hebreo en él.”

Spurgeon y la Vieja Cocinera Mary King

Después de un año de estudios en Maidstone, Charles y su hermano viajaron en Agosto de 1849, rumbo al norte, a Newmarket, para asistir a una escuela ubicada allí, en el Distrito de Cambridge. El Director de la escuela era John Swindell. Spurgeon pasó dos años en esa institución, donde además de estudiar, se convirtió en un maestro que enseñaba en un papel secundario, un ayudante de maestro.
Durante sus días escolares en Newmarket, Spurgeon comenzó a adquirir un nuevo entendimiento teológico, y, extraño es decirlo, fue de una vieja cocinera de la escuela. Mary King, o “la cocinera,” como la llamaban todos los estudiantes, era un alma buena y vieja, que poseía una buena percepción de la fe cristiana. Era una mujer grande y robusta, amada por todos los estudiantes, y que impresionaba a todos, y especialmente a Charles. Era miembro de la Iglesia Bautista Estricta de Betesda, y eso la convirtió en una calvinista de profunda convicción. Los bautistas estrictos eran firmes creyentes de los “cinco puntos del Calvinismo.”
Mary no tenía un entrenamiento teológico formal, pero tenía un enfoque muy claro y lógico de la teología, y poseía un entendimiento muy profundo de las Escrituras. Ella se consideraba un “ama de llaves” en la escuela, no simplemente una cocinera. Leía 'El Estándar del Evangelio' regularmente, y aprendía mucha teología en esas páginas.
Mary King sentía un especial afecto por Charles y pasaba horas junto a él, instruyéndole en la sana doctrina calvinista. Más tarde en la vida, cuando se encontraba en una situación económica muy estrecha, Spurgeon la ayudó durante años, hasta la muerte de Mary.
Charles escribió acerca del impacto que ella tuvo en su vida, lo siguiente:
“Las primeras lecciones de teología que recibí jamás, provinieron de una vieja cocinera en la escuela de Newmarket, donde yo fungía como ayudante de maestro. Era una buena y vieja mujer, que leía frecuentemente 'El Estándar del Evangelio. Ciertamente le gustaba algo muy dulce: la sólida y buena doctrina calvinista. Vivía intensamente, y también se alimentaba intensamente. Muchas veces comentamos juntos el pacto de la gracia, y hablamos sobre la elección personal de los santos, su unión con Cristo, la perseverancia final, y el significado de la piedad vital; y yo verdaderamente creo que aprendí más de ella, de lo pude haber aprendido de seis doctores de teología del tipo que se da ahora. Hay algunos cristianos que gustan, y ven, y se gozan de la religión en sus propias almas, y que llegan a un mayor conocimiento de ella de lo que los libros pudieran darles, aunque investigaran en ellos toda su vida. La cocinera de Newmarket era una piadosa mujer experimentada, de quien aprendí más que del ministro de la capilla a la que asistíamos.
En una ocasión le pregunté: ‘¿por qué asistes a ese lugar?’ Ella respondió: ‘pues, no hay ningún otro lugar de adoración al que pueda asistir.’ Yo le dije: ‘pero debe ser mejor permanecer en casa que oír esa palabrería.’ ‘Tal vez así es,’ replicó; ‘pero me gusta salir para adorar al Señor aun si no obtengo nada cuando voy. Algunas veces ves a una gallina rascando sobre un montón de basura, tratando de encontrar algún alimento. No obtiene nada, pero nos indica que está buscando, y que está usando los medios para obtenerlo, y luego, además, el ejercicio la hace entrar en calor.’ Así que la anciana dijo que escarbar en los pobres sermones que escuchaba, era bendición para ella, porque eso ejercitaba sus facultades espirituales y calentaba su espíritu. En otra ocasión le dije que no había encontrado ni una migaja de pan en todo el sermón, y le pregunté cómo le había ido a ella. ‘¡Oh!, respondió, ‘a mí no me fue mal hoy, pues a todo lo que dijo el predicador, le puse un no, y eso convirtió su plática en un verdadero evangelio.’
Tomado de The Young Spurgeon by Peter Jeffery, Evangelical Press. El Joven Spurgeon, de Peter Jeffery.

martes, 14 de agosto de 2007

Spurgeon: Mirar a Cristo

Todo el proceso de la salvación puede ser explicado brevemente así: el Espíritu de Dios nos encuentra con corazones inmundos, y viene y proyecta una luz divina al interior nuestro, para que veamos que los corazones son perversos. Luego nos muestra que, siendo pecadores, merecemos ser el blanco de la ira de Dios, y nos damos cuenta de que lo merecemos. Entonces nos dice: "Pero esa ira fue soportada por Jesucristo a nombre de ustedes." Él abre nuestros ojos, y vemos que "Cristo murió por nosotros", en nuestro sitio, y en lugar nuestro, y por nuestra causa. Lo miramos a Él, creemos que murió como nuestro Sustituto, y nos confiamos a Él. Entonces sabemos que nuestros pecados son perdonados por causa de Su nombre, y nos invade el gozo por el perdón del pecado con una emoción que no habíamos experimentado nunca; y en el siguiente instante, el pecador perdonado clama: "ahora que soy salvo, ahora que soy perdonado, Señor mío Jesucristo, seré Tu siervo para siempre. Voy a matar los pecados que te mataron a Ti; y si Tú me das la fortaleza de hacerlo, ¡te serviré mientras viva!"La corriente del alma del hombre corría antes hacia el mal; pero al momento que descubre que Jesucristo murió por él, y que sus pecados le son perdonados por causa de Cristo, el torrente entero de su alma fluye en dirección contraria, hacia lo que es recto; y aunque todavía tiene una lucha contra su vieja naturaleza, a partir de ese día el hombre es de limpio corazón; es decir, su corazón ama la pureza, su corazón busca la santidad, su corazón ansía la madurez. Ahora es un hombre que ve a Dios, ama a Dios, se deleita en Dios, anhela ser semejante a Dios, y ávidamente anticipa el tiempo cuando esté con Dios, y lo vea cara a cara. Ese es el proceso de purificación; ¡que todos ustedes lo experimenten a través de la obra eficaz del Espíritu Santo! Si están deseosos de experimentarlo, es proclamado gratuitamente para ustedes. Si anhelan verdaderamente el corazón nuevo y el espíritu recto, les serán dados gratuitamente. No es necesario que se preparen para recibirlos. Dios tiene la capacidad de obrarlos en ustedes en esta misma hora. El que despertará a los muertos con el sonido de la trompeta de la resurrección, puede cambiar su naturaleza con la simple volición de Su mente llena de gracia. Él puede, mientras estás sentado en este templo, crear en ti un nuevo corazón, renovar un espíritu recto dentro de ti, y enviarte de regreso como un hombre diferente de lo que eras cuando entraste, como si fueras un hijo recién nacido.
Extracto del sermón No.3159, La Sexta Bienaventuranza

Spurgeon y la prosperidad

Spurgeon y la prosperidad
“Que ningún hombre se deje engañar por la idea de que si hace lo bueno, por la gracia de Dios, prosperará en este mundo a consecuencia de ello. Es muy probable que, al menos por algún tiempo, su conciencia se interponga en el camino de su prosperidad. Dios no convierte invariablemente el hacer el bien en un medio de ganancia pecuniaria para nosotros. Por el contrario, sucede frecuentemente que durante un tiempo los hombres experimentan grandes pérdidas por su obediencia a Cristo. Pero la Escritura habla siempre del largo plazo; resume la vida entera: allí promete las verdaderas riquezas.
Si quieres prosperar, apégate a la Palabra de Dios, y a tu conciencia, y tendrás la mejor prosperidad. No la verás en una semana, ni en un mes, ni en un año, pero la gozarás antes de que pase mucho tiempo.”
Tomado de Palabras de Consejo para Obreros Cristianos, Pilgrim Publications, Pasadena, Texas. Del Capítulo titulado: Obediencia.

lunes, 13 de agosto de 2007

Spurgeon: Gigantes y Enanos

En esta época contamos solamente con unos cuantos gigantes en la gracia que sobrepasan de hombros arriba la estatura del común de la gente, hombres que nos sirvan de guías en hechos de heroísmo y en esfuerzos de fe inconmovible. Después de todo, la obra de la iglesia cristiana, aunque deba ser realizada por todos, a menudo debe su cumplimiento a individuos solitarios de notable gracia. En este tiempo de corrupción, nos semejamos mucho a lo que era Israel en los días de los Jueces, pues hay líderes que han sido levantados en medio de nosotros que juzgan a Israel, y son el terror de sus enemigos. Oh, si la Iglesia tuviese en su seno una raza de héroes; si nuestras operaciones misioneras pudieran ser acompañadas por la santa hidalguía que marcó a la Iglesia primitiva; si contáramos con los apóstoles y los mártires, o incluso con gente como Carey y Judson, ¡cuántas maravillas serían llevadas a cabo! Nos hemos convertido en una raza de enanos, y estamos contentos, en gran medida, con ser así.
Hubo una vez en Londres un club de hombres pequeños, cuyo requisito de membresía consistía en no sobrepasar un metro y medio de estatura; estos enanos sostenían, o pretendían sostener la opinión que ellos estaban más cerca de la perfección de la humanidad que los demás, pues argumentaban que los hombres primitivos habían sido mucho más gigantescos que la raza actual, y, por consiguiente, la vía del progreso consistía en crecer menos y menos, y que cuando la raza humana fuese perfeccionada se volvería tan diminuta como lo eran ellos.
En Londres podría establecerse un club de cristianos de carácter similar, y su membresía alcanzaría un número muy grande desde el principio sin ningún problema; pues la noción común es que nuestro cristianismo enano es después de todo la norma, e incluso muchos se imaginan que los cristianos más nobles son unos entusiastas, fanáticos y apasionados; en cambio, piensan, nosotros somos tibios porque somos sabios, y somos indiferentes porque somos inteligentes. El hecho es que la mayoría de nosotros somos sustancialmente inferiores a los primeros cristianos que, según entiendo, fueron perseguidos porque eran plenamente cristianos, y nosotros no sufrimos persecución porque difícilmente somos cristianos del todo.
Tomado de Words of Counsel for Christian Workers, por C. H. Spurgeon, Pilgrim Publications, Pasadena, Texas. (Palabras de Consejo para Obreros Cristianos, del Capítulo titulado: Gigantes y Enanos)

jueves, 2 de agosto de 2007

Fuérzalos a entrar

Spurgeon nos comenta:
"Yo recuerdo la gran queja que surgió en contra de un sermón mío: 'Fuérzalos a entrar', en el que hablé a las almas con mucha ternura. Se dijo que ese sermón era arminiano y que no contenía sana doctrina. No me importa mucho ser juzgado por el juicio de los hombres, pues mi Señor puso Su sello en ese mensaje; no he predicado nunca un sermón por el cual se hayan ganado tantas almas para Dios, como ese, como pueden atestiguarlo los testimonios recibidos en nuestra iglesia; y en todo el mundo donde el sermón ha sido diseminado, los pecadores han sido salvados por su instrumentalidad, y, por tanto, si es algo vil exhortar a los pecadores, me propongo ser todavía más vil. Yo soy un firme creyente en las doctrinas de la gracia, como el que más, y un verdadero calvinista según el orden del propio Juan Calvino; pero si se considera algo malo pedirle a los pecadores que se aferren a la vida eterna, yo seré más vil en ese respecto, al imitar a mi Señor y a Sus apóstoles, quienes, aunque enseñaron que la salvación es por gracia, y solamente por gracia, no temían hablarle a los hombres como seres racionales y agentes responsables, y les pedían que se esforzaran a "entrar por la puerta estrecha," y "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece." Aférrense a la grandiosa verdad del amor electivo y de la soberanía divina, pero no permitan que estas doctrinas los aprisionen en grilletes cuando, en el poder del Espíritu Santo, se conviertan en pescadores de hombres."
Tomado de Words of Counsel for Christian Workers, Pilgrim Publications, Pasadena, Texas (Palabras de Consejo para Obreros Cristianos, Cap. 2 : Los Ángeles Visitan Sodoma)

Spurgeon y el plagiarismo de sus sermones

Los sermones de Spurgeon podían ser encontrados en todas partes, y eran a menudo usados por otros. En las estaciones de tren en Escocia, los sermones se vendían lado a lado con los periódicos en los puestos de periódicos. Se dice que dos terceras partes de los hogares de Ulster, en Irlanda del Norte, tendrían una o más copias de los sermones.
Como podrán imaginar, el plagiarismo o la copia de sus sermones floreció muy pronto y se volvió algo común. Muchos amigos le escribían reportándole que sus sermones eran regularmente predicados por otros. Spurgeon no se molestaba sino que más bien disfrutaba de esto.
Uno de los incidentes más hermosos y positivos de plagiarismo fue experimentado personalmente por el propio Spurgeon. Como ya es de su conocimiento, a veces caía en estados de decaimiento y de depresión. Su depresión era a veces tan profunda, que comenzaba a cuestionarse su propia relación con Dios, y si verdaderamente era salvo. Una vez, encontrándose en ese estado, entró a una pequeña capilla para pasar una hora de adoración con la gente congregada allí, sin que ninguno de los presentes, incluyendo el pastor, le conocieran.
En la gracia de Dios, el pastor predicó uno de los sermones de Spurgeon sobre la seguridad de la fe. Spurgeon, tocado profunda e intensamente, comentó que 'la predicación hizo que mi pañuelo se inundara de lágrimas' conforme Dios le hablaba a través del mensaje, dándole plena garantía de la fe.
Cuando el servicio concluyó, Spurgeon se acercó al pastor y le expresó cuán profundamente agradecido estaba por el mensaje, y cómo el mensaje había tocado su vida. Entonces el pastor, que era un ingeniero, le preguntó su nombre. Pueden imaginarse la turbación que sintió cuando supo que el visitante era Spurgeon. Spurgeon comentó: 'el pastor se puso de todos colores'. El buen predicador dijo muy tímidamente: 'oh, señor Spurgeon, ese era su sermón.' Spurgeon respondió: 'yo lo sé, pero, ¿acaso no es un acto de gracia que el Señor me alimentara con el alimento que yo preparé para otros?'
Este incidente nos permite echar un vistazo al carácter del hombre y al poder de sus sermones.

Sermones de Spurgeon

Una de las ocurrencias más inusuales concernientes a los sermones de Spurgeon, tuvo lugar en Inglaterra. La moribunda esposa de un publicano dueño de una cantina, dio el siguiente testimonio a uno de los evangelistas de Spurgeon. Cuenta el evangelista: "se me pidió que fuera a una cantina a ver a la esposa del dueño del lugar, que estaba a punto de morir. La encontré regocijándose en Cristo como su Salvador. Le pregunté cómo había encontrado al Señor. 'Leyendo eso', respondió, entregándome un trozo de periódico roto. Lo miré y me di cuenta que era parte de un periódico de los Estados Unidos que contenía un extracto de uno de los sermones de Spurgeon, que había sido el instrumento de su conversión. ¿Dónde conseguiste este periódico?, pregunté. 'Venía como envoltura de un paquete que me enviaron desde Australia', respondió.
¡Hablemos de la vida escondida de la buena semilla! Piensen en esto: un sermón fue predicado en Londres, luego fue enviado a los Estados Unidos y fue impreso en un periódico allí, ese periódico fue enviado a Australia, parte de ese periódico se rompió (como diríamos, accidentalmente) por causa del paquete enviado a Inglaterra, y después de todas esas vicisitudes, llevó el mensaje de salvación al alma de una mujer inglesa.
La Palabra de Dios no regresará a Él vacía.
Tomado del Libro Spurgeon, Prince of Preachers. De Lewis Drummond.

Distribución de los sermones de Spurgeon

Cuando se llegó al fin de la publicación de los sermones de Spurgeon en el año de 1917, se habían vendido cien millones de copias de los sermones impresos semanalmente. Desde esa fecha han sido reimpresos y republicados en una miríada de formatos, de tal forma que el número es incalculable. En una ocasión, un editor recibió una orden de un millón de copias de un solo sermón. En otra ocasión, alguien compró 250,000 copias de varios sermones para distribuir a estudiantes universitarios, miembros del Parlamento inglés, reyes de Europa y terratenientes irlandeses. La distribución mundial de los sermones de Spurgeon desafía la imaginación.

La ira de Dios

Spurgeon nos dice:
La predicación de la ira de Dios ha llegado a ser mirada con tanto desprecio en nuestros días, que incluso la gente buena se avergüenza a medias de ella; un sentimentalismo sensiblero acerca del amor y de la bondad ha silenciado, en gran medida, las claras reconvenciones y las advertencias del Evangelio. Pero, si esperamos que las almas se salven, debemos declarar resueltamente con toda fidelidad afectuosa, los terrores del Señor. "Bien", -dijo un joven escocés cuando escuchó a un ministro que le dijo a su congregación que no había un infierno, o que al menos sólo había un castigo temporal-, "bien", -dijo él- "no necesito venir a escuchar más a este hombre, pues si es como él dice, todo está bien, y la religión no tiene importancia alguna, y si no es como él dice, entonces no debo escucharlo de nuevo, pues me está engañando." El apóstol dice: "Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres." No permitan que la mojigatería moderna nos impida hablar claro. ¿Acaso debemos ser más suaves que los apóstoles? ¿Acaso seremos más sabios que los inspirados predicadores de la palabra? Mientras no sintamos que nuestras mentes son ensombrecidas por el atroz pensamiento de la condenación de los pecadores, no tendremos la condición adecuada para predicar a los inconversos. No persuadiremos nunca a los hombres si tenemos miedo de hablar del juicio y de la condenación de los impíos. Nadie es tan infinitamente lleno de gracia como lo es nuestro Señor Jesucristo, y sin embargo, ningún predicador expresó jamás palabras de trueno más fieles como Él lo hizo. Fue Él quien habló del lugar "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga." Fue Él quien dijo: "E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna." Fue Él quien dijo la parábola relativa al hombre en el infierno que ansiaba una gota de agua para refrescar su lengua. Nosotros debemos ser tan claros como Cristo, tan categóricos en honestidad para con las almas de los hombres, o tendremos que rendir cuentas al final por nuestra traición. Si adulamos a nuestros semejantes con sueños afectuosos en cuanto a la pequeñez del futuro castigo, nos detesterán eternamente por haberlos engañado, y en el mundo de su tortura invocarán perpetuas maldiciones sobre nosotros por haber profetizado cosas tranquilas, y no haberles expresado la atroz verdad.
Tomado de: Words of Counsel for Chiristian Workers, por Charles Haddon Spurgeon, Pilgrim Publications. (Palabras de Consejo para Obreros Cristianos)

lunes, 30 de julio de 2007

Anécdotas de Spurgeon

Una interesante anécdota le ocurrió a Spurgeon cuando viajaba en un tren a un cierto lugar. Después de un rato de que el tren partió, Spurgeon súbitamente descubrió que había perdido su boleto; más aún, se dio cuenta que había salido de casa sin un centavo en su bolsillo. Un pasajero sentado a su lado, expresó su preocupación por su aprieto, pero Spurgeon simplemente le declaró: "voy viajando en los asuntos del Señor y estoy seguro que todo estará bien, que todo saldrá bien. He experimentado tantas intervenciones de la Divina Providencia, tanto en asuntos pequeños como en otros muy grandes, que siento que independientemente de lo que me suceda, voy a terminar cayendo a Sus pies agradecido."
Cuando el tren llegó finalmente a su destino, el responsable de verificar los boletos, entró al compartimiento en que se encontraba Spurgeon. Cuando el recolector miró a la persona que estaba junto a Spurgeon, hizo una venia mostrando evidencias de que se conocían. Entonces el acompañante de Spurgeon le dijo: 'todo está bien'. El recolector inmediatamente dio la vuelta y salió, sin pedir los boletos. En la providencia de Dios, resulta que el compañero de viaje de Spurgeon era el gerente del ferrocarril.
Ambos, él y Spurgeon, consideraron el incidente como una prueba divina de la provisión y el cuidado de Dios para aquellos que confían en Él, tanto en los pequeños detalles como en los grandes asuntos de la vida.
Tomado del Libro: Spurgeon, Prince of Preachers, de Lewis Drummond.

Una anécdota de Music Hall

Debemos recordar que cuando Spurgeon predicaba en Royal Surrey Gardens Music Hall, lo hacía a multitudes que promediaban las diez mil personas.
Un día, tres jóvenes entraron al salón cuando Spurgeon se encontraba predicando allí, y se sentaron en un lugar muy conspicuo, y se quedaron con sus sombreros puestos. Algunos líderes de la iglesia les pidieron que se quitaran sus sombreros, pero ellos no hicieron caso. Eventualmente, Spurgen los vio, y desvió su sermón para comentar el respeto que todos está obligados a rendir por los sentimientos y costumbres de otras personas. 'El otro día', -dijo- 'fui a una sinagoga judía, y naturalmente descubrí mi cabeza, pero mirando a mi alrededor, percibí que todo el resto de los presentes llevaban sus sombreros puestos, así que, no deseando ofender lo que supuse que era su práctica reverente, -aunque contraria a la mía- me adpaté al uso judío, y me volví a poner el sombrero. Ahora, les voy a pedir a esos tres jóvenes judíos que están sentados en aquel balcón, que muestren alguna deferencia a nuestra práctica cristiana en la casa de Dios, así como yo estuve presto a mostrarla hacia los judíos cuando visité su sinagoga, y que se quiten sus sombreros'. Por supuesto que después de esta súplica amable y sensible, no pudieron hacer otra cosa que cumplir con la petición.

sábado, 28 de julio de 2007

La Boda de Charles Spurgeon

A los dos años de su estadía en Londres, Spurgeon casó con Susana Thompson. Ella participaba con su familia en los cultos de la Capilla New Park Street, pero la condición espiritual de la Capilla antes de la llegada de Spurgeon, se había deteriorado bastante. Cuando Spurgeon llegó a predicar el 18 de Diciembre de 1853, la primera impresión que ella se formó de Spurgeon no fue muy buena. Ella pertenecía a una familia acomodada londinense, era educada, hablaba el francés a la perfección, vestía con elegancia y se expresaba con finura. Enfrente tenía a un campesino vestido en forma estrafalaria, con una forma extraña de expresarse para la gente culta de la ciudad de Londres. En sus propias palabras tenemos esta descripción:
'Yo no estaba del todo fascinada por la elocuencia del joven orador, y su forma de ser campesina y su forma de hablar, motivaban más pena que reverencia. . . .,el pelo largo y mal cortado, el gigantesco corbatín de raso negro, el pañuelo azul de grandes puntos blancos, todo esto atrajo más mi atención y me divertía a lo grande.'
Susana se dijo: '¡así que esta es la famosa elocuencia! No me impresiona para nada. Si dejara de hacer gestos con ese bendito pañuelo. . .Y ese cabello. . .Parece ayudante de barbero'.
Su padre era un próspero comerciante, y ella era una chica culta. El acercamiento se dio a través del diácono Thomas Olney y su esposa, quienes eran muy amigos de los padres de Susana y se reunían con frecuencia. Olney comenzó a invitar a Charles a estas reuniones. Susana no se había convertido por entonces. Se fueron conociendo poco a poco. Spurgeon le regalaba libros, entre ellos, El Progreso del Peregrino, visitaban juntos con frecuencia el Palacio de Cristal, se hicieron novios, se comprometieron en matrimonio y terminaron casándose el día 8 de Enero de 1856.
En una ocasión, durante el noviazgo, Charles llevó a Susana a un servicio de predicación que estaba abarrotado, y en el que él sería el predicador. Tan pronto llegaron, Charles, totalmente inmerso en su mensaje y en el servicio, se olvidó de Susana. Ella tuvo que valerse por sí misma. Al término del sermón ella se fue sola a su casa. Voló a su casa, e iba sumamente molesta. Ella misma confesó: 'yo estaba sumamente molesta'. Su madre trató de calmarla y de asegurarle del amor de Charles. Cuando el joven predicador se dio cuenta, cuando vino en sí mismo, y advirtió que se había olvidado por completo de su novia, salió corriendo a Brixton, donde vivía Susana, lleno de disculpas. Entró corriendo a la casa y preguntó: '¿dónde está Susie? La he estado buscando por todos lados sin poder encontrarla.' La madre de Susana le contó toda la historia; se reconciliaron y el romance floreció. Pero Susana aprendió que su futuro esposo, como siervo de Dios, debía poner el servicio de Cristo en primer lugar, y además, se estaba convirtiendo en un hombre muy famoso.
La ceremonia tuvo lugar a las 8 de la mañana, y era un día muy gris, húmedo y frío. Sin embargo, miles de personas llegaron para presenciar la ceremonia y muchos tuvieron que quedarse fuera, aguantando el frío. Tuvo que llegar una fuerza especial de la policía de Londres, la Fuerza M, para controlar la situación y el flujo de las multitudes.
En su luna de miel, la pareja atravesó el Canal de la Mancha y pasaron doce días de luna de miel en París. Visitaron palacios históricos, iglesias y museos. Como Susana hablaba perfecto francés, no tuvieron problemas. Ella le decía cariñosamente Tirshatha, una palabra del antiguo persa que significa su reverencia.
Cuando Charles se iba de gira, ella sufría mucho. En una de esas ocasiones se desconsoló tanto, que Charles le preguntó: '¿tú piensas que cuando alguno de los hijos de Israel traía un cordero al altar de Dios como una ofrenda, se quedaba allí llorando amargamente por el cordero que había traído?' Susana respondió: 'por supuesto que no'. Entonces Charles le dijo: 'bien, ¿no ves que me estás entregando a Dios al dejarme ir a predicar el Evangelio a los pobres pecadores, y te parece que a Dios le agrada verte llorar por tu sacrificio?' Eso tuvo el efecto de un sedante.
La situación económica de ellos era a veces un problema, porque Charles era muy generoso y cooperaba abundantemente para varias necesidades. Su generosidad a menudo excedía sus recursos. Una vez tenía que pagar unos impuestos y no tenía fondos. Pero ambos formaban una pareja de gran fe. Oraron y en ese preciso momento llegó una carta anónima que contenía 20 libras esterlinas. Su fe fue correspondida y sus necesidades resueltas.

viernes, 27 de julio de 2007

Anécdotas de algunos sermones de Spurgeon

El siguiente incidente está narrado por el propio Spurgeon:
"Al concluir uno de nuestros servicios," -dijo- "una pobre mujer, acompañada por dos de sus vecinos, vino a mi oficina en medio de profunda turbación. Su esposo había huido del país, y en su dolor, ella asistió a la casa de Dios, y algo que yo mencioné en el sermón la condujo a pensar que yo estaba personalmente familiarizado con su caso. Por supuesto, yo no sabía absolutamente nada acerca de ella. Yo había dado un ejemplo general que se aplicaba precisamente a su caso. Me contó su historia, y por cierto era muy triste. Yo le dije: 'no hay nada que podamos hacer, excepto ponernos de rodillas y clamar al Señor pidiendo la inmediata conversión de tu marido'. Nos pusimos de rodillas, y oré para que el Señor tocara el corazón del desertor, conviertiera su alma, y lo trajera de regreso a casa. Cuando nos pusimos de pie, yo le dije a la pobre mujer: 'No te angusties por este asunto. Tengo la certeza que tu esposo regresará a casa, y que se vinculará a nuestra iglesia.'

"Ella se fue y yo me olvidé del asunto. Algunos meses después, reapareció con sus vecinos y con un hombre, a quien me presentó como su esposo. En efecto, había regresado, y había vuelto como un hombre convertido. Al investigar y verificar notas, descubrimos que el día preciso en el que oramos por su conversión, él, estando en ese momento a bordo de un barco en mares lejanos, tropezó inesperadamente con una copia extraviada de uno de mis sermones. Lo leyó; la verdad penetró en su corazón; se arrepintió y buscó al Señor; y tan pronto como le fue posible, regresó a casa, se reunió con su esposa y resumió su trabajo. Fue admitido como miembro del Tabernáculo Metropolitano, y su esposa, que hasta aquel momento no se había unido a la iglesia, fue recibida también en la membrecía con nosotros.

"Esa mujer", -agregó el predicador- "no tiene la menor duda del poder de la oración. Ni todos los infieles del mundo podrían hacer tambalear su convicción de que hay un Dios que oye y responde las súplicas de Su pueblo."

Efectos de los sermones de Spurgeon

Una mujer escocesa, que tenía la determinación, en la medida de lo posible, de no tener que ver nada con la religión, arrojó al fuego su Biblia y toda la literatura religiosa que pudo encontrar en su casa. Un folleto cayó fuera de las llamas, y la mujer rápidamente lo volvió a meter en el fuego. Volvió a caer fuera una segunda vez, y nuevamente la mujer lo entregó a las llamas. La mitad del folleto fue consumido por el fuego, pero la otra mitad volvió a quedar fuera de las llamas. La mujer, alzándola, exclamó: "Seguramente el demonio está en este opúsculo, pues no se quema." Movida por la curiosidad, miró el papel, descubrió que era uno de los sermones de Charles Haddon Spurgeon, leyó la parte que sobrevivió al fuego, y fue convertida por ese medio